Por Miguel Fernández Martínez
La gran incógnita de los
estrategas políticos de ambos partidos, está en cómo aumentar significativamente
las posibilidades de conquistarlo y, para ello, mueven sus fichas a favor de un
apoyo que puede resultar decisivo.
Por lo menos 12 millones de hispanos
podrían votar en las elecciones del 6 de noviembre, lo que significará un 25
por ciento más que en las de 2008, según estimados de la Asociación Nacional
de Funcionarios Latinos Electos (NALEO).
Actualmente, la primera
tarea es conseguir que los potenciales
electores hispanos estén
registrados, pues los números hablan por sí solos de su activa participación en
las urnas. Según el Censo de Estados Unidos, el 84 por ciento de los votantes
hispanos registrados fueron a votar en 2008.
Aunque los latinos tienen
tendencia a votar por los demócratas, no son considerados votantes de base,
pues deciden su voto a partir de sus preocupaciones más inmediatas, además de inclinarse
más por la figura del candidato, que por las propias posturas partidistas.
Muchas son las estrategias que
se usarán para ganar esas boletas. El grupo Voto Latino
recurrirá a unas 40
celebridades hispanas para impulsar el sufragio, así como al uso intensivo de las
redes sociales, considerando que alrededor de 11 millones de latinos en
territorio norteamericano usan la red Facebook.
Se calcula que mensualmente 50
000 hispanos en Estados Unidos cumplen los 18 años, y son potenciales usuarios
de Facebook y Twitter, entre otras, lo que les permite una mejor interacción en
temas políticos y electorales.
Una mayor explotación del idioma
español en la propaganda política será otro de los recursos, tomando en cuenta
que el presidente Barack Obama pudo seducir al 67 por ciento del voto latino, por
gastar más dinero en medios hispanos que su rival republicano John McCain, en
proporción de cinco a uno.
Ninguno de los candidatos podrá
ignorar el tema de la reforma migratoria, sobre todo al dirigirse a los
votantes jóvenes que se enfrentan por primera vez a
las urnas.
Obama aspirará a la reelección
después de incumplir su promesa de aprobar una reforma que legalizaría a casi
12 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
También la administración demócrata
dejó un amargo recuerdo después de autorizar la deportación de un millón 200
000 latinos, incluidos 46 000 padres de niños ciudadanos estadounidenses. Estas
medidas le han costado una pérdida de 36 puntos en el índice de aprobación entre
los hispanos, cuyo apoyo bajó del 85 al 49 por ciento, según una encuesta del
Centro Pew.
Por su parte, los
republicanos no escarmientan y siguen apoyando tesis antimigratorias que buscan
cerrar el círculo esperanzador de los que aspiran a estabilizar su situación
legal en Estados Unidos.
Ignorar a los hispanos en estas
elecciones sería un suicidio político. Esa fuerza que busca consolidarse en
medio de una sociedad que todavía le resulta hostil, está convirtiéndose en
indispensable a la hora de tomar decisiones.
Tomado del sitio digital de
Prensa Latina
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