periodista cubano Sergio Alejandro Gómez Gallo - FOTO: Cubadebate |
Por María del Carmen Ramón
No hay un día en que Sergio
Alejandro Gómez llegue a su casa antes de las 11 de la noche. Con menos de 30
años dirige la redacción internacional del diario Granma, por lo que no debe
ser tarea fácil pensar, jerarquizar y organizar el contenido que sobre otros
países presenta el periódico.
Pero a Sergio le han tocado
por estas semanas desafíos mayores: ha formado parte de la delegación de
periodistas cubanos que ha participado en los diálogos para el restablecimiento entre Cuba y Estados Unidos, mientras que ahora se encuentra en Panamá para
brindar cobertura a la Cumbre de las Américas, uno de los acontecimientos más esperados desde los últimos
meses.
Primero por la primera e histórica participación de Cuba en este
conclave, así como por el contexto de diálogo entre ambos países y las
sanciones impuestas a Venezuela con amplio rechazo en América Latina.
Cubahora conversó con Sergio
unas horas antes de salir para Panamá, cuando desde la redacción se trabajaba
bajo tensión para alistar los últimos detalles con vistas a la Cumbre.
En un escenario en el que
se restablecen las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, pero al
mismo tiempo Obama dicta sanciones en contra de Venezuela y la OEA financia la participación
de mercenarios en la Cumbre
de Panamá, pareciera que se convierte en algo complejo el ejercicio del
periodismo en tales circunstancias ¿Qué esperar de Panamá?
—Esta parecía que iba a ser
otro tipo de Cumbre, después del 17 de diciembre hay un clima favorable entre
esas dos Américas: Estados Unidos reconoce el error de su política durante más
de medio siglo, dice que el Bloqueo ha causado daños en la población cubana,
algo que ningún presidente de los Estados Unidos había hecho antes, y habla de
que el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas y uno más largo
hacia la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, le serviría a
los americanos para establecer un nuevo tipo de diálogo con el hemisferio. Eso
no lo está diciendo Granma, lo dice la estrategia de seguridad nacional de ese
país aprobada recientemente
Ese es el ambiente que había
hasta el 9 de marzo; ese día, los Estados Unidos le recuerdan al mundo que su
política de garrote todavía está presente y de una manera ilógica declaran a
Venezuela como una amenaza para su seguridad nacional.
Se trata de un
concepto que ha sido utilizado anteriormente para invadir países, ese fue el
mismo concepto que se utilizó para las guerras en Indochina, Irán,
Camboya, el que se ha utilizado para la intervención directa de la OTAN y Estados Unidos en
Ucrania en el conflicto actual, para Siria, Libia.
En todos esos países, los
Estados Unidos de alguna manera han intervenido con el concepto de guerra no
convencional, no el ejército entrando, pero sí el apoyo a grupos subversivos.
El presidente tenía potestad
para utilizar vías para sancionar a las personas que dice que violan los
derechos humanos en Venezuela y no tenía que llegar al punto de declarar a
Venezuela una extraordinaria amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos.
De cierta manera esto se podría entender como un error de retórica imperial,
que se les haya ido la mano en las palabras, o realmente tendría de fondo
todo un diseño estratégico, que Obama estuviera respondiendo al interés de
grupos estratégicos que no estuviesen muy contentos con las medidas que ha
tomado con Cuba, o con lo que están haciendo en Irán ahora mismo.
También puede
entenderse que haya sido un guiño de Estados Unidos a estos sectores más
radicales, para recordarle que su país no ha aflojado.
La Cumbre de las Américas nace en Miami en el año 1994, y lo
hace para ser la plataforma de la aplicación del ALCA. Luego la Cumbre fue caminando y se
fue transformando. Ya, por ejemplo, en Mar del Plata, fue simbólica la derrota
que se lleva el presidente Bush con el protagonismo de Chávez y de Néstor
Kirchner.
Aunque la Cumbre no es la OEA en sí misma, está bajo su
paraguas y, como sabemos, Cuba no es miembro y no va a regresar jamás.
Cualquiera se podría preguntar que hace Cuba en una cumbre como esta, la
respuesta yo la encuentro en que fue un reclamo personal de los países de
América Latina desde el 1994.
Llegó el momento en que después de la Cumbre de Trinidad y Tobago
los países empezaron a decir que si Cuba no asistía no había más Cumbre de las Américas,
entonces se convirtió en un reclamo unánime de la región. Hay mucha gente que
ha querido ver también, manipulado por Estados Unidos, que los americanos
hicieron una concesión para que Cuba asistiera. Cuando se analiza todo esto,
simplemente los americanos se rindieron ante lo que era un reclamo mayoritario.
Estados Unidos utilizó una
estrategia diciendo que quería que estuviera presente la sociedad civil cubana,
cuando ellos realmente a lo que se refieren es que estuvieran presentes los
mercenarios y los contrarrevolucionarios que ellos llevan años pagando para
tratar de destabilizar el país, esa estrategia tiene que ver con lo que dijo el
presidente Raúl Castro en su discurso de la CELAC: Cuba siempre ha estado a favor de que la
sociedad civil, los pueblos, la gente, vaya a este tipo de Cumbres, pero
realmente la sociedad civil, la de los pobres, los marginados, la de los que
defienden que se acabe el cambio climático, está luchando en las calles del
continente.
¿Cómo semantizar la
sociedad civil cubana? ¿De qué forma estará representada en la Cumbre y cómo visibilizarla
en los medios?
—Con el tema de la sociedad civil hay mucha manipulación, porque es un concepto que está muy permeado por
la interpretación burguesa. Nuestra sociedad civil, que nace de un sistema
social, político y económico distinto al del capitalismo, no puede ser la misma
que tenga un estado liberal, o un país de una democracia burguesa.
Ahora, ¿que
si nuestra sociedad civil es legítima?, claro que lo es. Tiene sus
propias dinámicas que hay que entender, en Cuba no existe una confrontación
entre estos organismos de la sociedad civil y el estado, pero no solo en Cuba,
hay otros países donde no existe un enfrentamiento directo entre la sociedad
civil y el estado.
¿Por qué quieren estas
democracias liberales ver estas relaciones en modo de confrontación? Porque es
funcional ver al Estado como ineficiente, improductivo, hostil, para darle vida
a la economía, al mercado, para darle rienda suelta al neoliberalismo. Por eso
es tan productiva la visión burguesa de que la sociedad siempre tiene que estar
contrapuesta al Estado.
Pero cuando hay un estado que representa los derechos
de los trabajadores, cuando representa los intereses de los jóvenes, ¿por qué
la sociedad civil, que en estado natural son organizaciones de personas, tiene
que contraponerse al estado?
Es una interpretación limitada y burguesa del
concepto y creo que no se sostiene en una discusión académica.
¿Cómo crees que los
medios, en tu caso el periódico Granma, podrían contribuir a explicar al mundo nuestro
concepto de sociedad civil? ¿En qué sentido podríamos contribuir a ese
entendimiento?
—Son muchos frentes,
nosotros a veces nos dejamos robar las palabras. Y eso pasa porque al final una
de las expresiones más grandes que tiene el poder está en apoderarse de los
símbolos.
Los centros de poder se han robado todos estos conceptos de
democracia, derechos humanos, a su conveniencia. Cualquier intento de
descolonización, cualquier intento antihegemónico que nosotros nos planteemos
como sociedad y en América Latina en general, parte también de llevar una
batalla en el campo simbólico.
Nuestros recursos como
prensa, como sistema de medios de un país pobre, son limitados, pero creo
que si nosotros logramos utilizar todas las herramientas posibles desde
el punto de vista tecnológico, si tratamos de levantar las opiniones que llevan
ahí nuestros propios representantes, sus debates, pues esa sería la
principal herramienta que nosotros podemos tener para demostrarle al mundo
y contarle a los cubanos quiénes son esas personas que están ahí y por
qué representan los intereses de la mayoría de nosotros. Y no hay que
temerle a las palabras, hay que utilizarlas, para llenarlas de un sentido
propio.
El mismo hecho de que no
haya confrontación social está pasando hoy en muchos lugares de América Latina,
donde incluso hay movimientos sociales que colaboran. En el continente
hay un proceso muy interesante, los movimientos sociales, que son parte de esa
sociedad civil, se han convertido en gobiernos, ha pasado en Bolivia, Ecuador,
porque la estructura política heredada del neoliberalismo se derrumbó
totalmente.
Hay experiencias concretas de cómo se están interrelacionando
movimientos sociales y gobiernos en América Latina y no puede ser desde la
confrontación, pero tampoco puede ser desde un apoyo acrítico de todo lo que
hace el gobierno, porque sería contraproducente para la propia esencia de esos
movimientos sociales.
En nuestra sociedad civil no
hay que estar poniendo barreras, ni tenerle miedo a estar construyendo
cercas entre los que es el estado y la sociedad civil, pero sí saber que cada
uno tiene un papel distinto, y que no es lo mismo Estado a una organización,
que tiene que responder a los intereses de quienes representa.
No es algo que
en nuestro país esté construido ni que sea ideal; en todos los países hay
confrontaciones, problemas, pero lo que nadie puede negar es la legitimidad de
nuestra sociedad civil, porque son las instituciones soberanas de Cuba y es la
forma en la que se han organizado los cubanos durante más de medio siglo.
Por eso no apoyamos mostrar
como sociedad civil cubana a un grupo de personas que, por supuesto, son
cubanos , pero no es legítimo que no nazcan de instituciones espontáneas de
cubanos, sino a partir del presupuesto de potencias extranjeras para subvertir
el orden interno. Yo quisiera saber si en algún otro país eso es considerado
legal.
Has estado en Estados
Unidos para participar en los diálogos para el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas y ahora te enfrentas a Panamá. Cuando estás en estos
escenarios, ¿qué te preguntan sobre Cuba? ¿Te has visto en alguna situación de
incomprensión o desconocimiento sobre la realidad cubana?
—Este contexto no es, por
supuesto, los escenarios naturales a los que nos enfrentamos. Vamos a Panamá,
un país latinoamericano con lazos con Cuba, es decir, la incomprensión no es la
que nace entre Panamá y Cuba.
Es una que nace fundamentalmente entre
Estados Unidos y la realidad de los latinoamericanos. Yo te aseguro que aunque
pueda haber todavía un poco de desconocimiento, los latinoamericanos saben de
lo qué pasa en Cuba, conocen su historia, saben lo que es la Revolución Cubana
y lo que ha significado para el continente.
En los viajes de Estados
Unidos sí hay todavía muchos prejuicios y malentendidos históricos que vienen
de un lado y otro. Nosotros no hemos sido muy efectivos en llevar nuestro
mensaje y explicarles a estas personas lo que somos.
Se nos ve a
veces como una sociedad cerrada, donde los jóvenes periodistas no pueden dar
una opinión o expresar un criterio que sea distinto o parecido al de la versión
oficial. Siempre se van por el mismo camino: la libertad de expresión, el tema
de los medios. Es muy difícil estar en una situación de este tipo.
Yo personalmente, que
participé en el último congreso de la
UPEC, siempre invito a la gente a que vea qué es un congreso
de periodistas cubanos y que diga cuál de esas opiniones estuvo conforme con lo
que estamos haciendo.
Los periodistas cubanos, en sentido general, no
estamos conformes con lo que estamos haciendo, somos muy críticos. Pero en un
escenario de este tipo uno también recuerda uno de los grandes logros que
tiene nuestro sistema de prensa: no deberse a intereses económicos y tener la
posibilidad de responder a los intereses populares.
Nosotros no somos Finlandia,
no somos Suiza, nuestro sistema político y nuestro sistema de prensa han sido
construidos en unas condiciones atípicas de agresión. Sería un error nuestro tratar
de mostrarlos como modelos ideales, no lo son, son simplemente la respuesta
soberana de un país de dotarse de determinadas instituciones en un contexto de
agresión, y eso es legítimo, eso le ha permitido a Cuba mantener su soberanía
por más de medio siglo y además le da una plataforma muy sólida para poder
enfrentar los cambios que vienen.
Uno de los principales reclamos
de Cuba es el fin del Bloqueo ¿en tu opinión podría la Cumbre de las Américas
añadir una nueva variable a la ecuación de la normalización de relaciones con
Cuba?
—El escenario cambió, porque
a partir de ahora van a convivir las dos posiciones: una denuncia muy fuerte a
lo que ha hecho Obama contra Venezuela y no me cabe duda de que otro de los
temas que se van defender es el Bloqueo. Ya el ALBA sacó una declaración
diciendo que es uno de los temas que van a patentar para que Obama utilice sus
prerrogativas presidenciales para continuar modificando la aplicación del
Bloqueo.
Cuando a Obama lo interpelan
sobre el asunto dice que eso depende del Congreso de los EE.UU, y eso es
cierto, el propio presidente por primera vez llamó a los legisladores para que
tengan un debate sobre el asunto, pero él puede hacer mucho más, es una mentira
que él ya lo hizo todo.
Él puede hacer en otros sectores lo mismo que ha
aprobado en las telecomunicaciones, porque el presidente tiene sus prerogativas
para, mediante decretos ejecutivos, establecer licencias para esa operación.
Hay solo determinados puntos que están limitados en la regulación, como el
hecho de que los americanos vengan por motivos turísticos a Cuba, las ventas de
productos agrícolas en efectivo…
Obama tiene mucho por hacer,
se ha hablado de posibilidades ilimitadas. Me parece que esta reunión va a ser
eso, el momento en que América Latina disfrutará el momento en que Raúl y Obama
se sienten en la misma mesa y que sin dudas es un triunfo del continente.
Lo que va a pasar en la Cumbre de las Américas no
se puede entender sin ver lo que pasado en América Latina, este no es el mismo
continente que en 1962 fue a Punta del Este y que por contadas excepciones se
sumó a la posición de bloquear a Cuba. Esta América es distinta, sin la cual no
se hubiese podido dar el hecho de que los dos presidentes estén en Panamá.
Lástima que se vaya a empañar por lo que han hecho los americanos con
Venezuela, que de cierta manera también nos ha recordado a los americanos la
importancia de ver con ojos judiciales, como decía Martí, los convites que
organizan los norteamericanos.
¿Alguna pregunta que no te
gustaría dejar de hacer en la
Cumbre?
Quisiera hacerle algunas
preguntas al presidente de los Estados Unidos, como creo que once millones de
cubanos quisieran hacerlo. La penúltima vez que estuvimos en Washington
no tuvimos la oportunidad de preguntarle a Roberta Jacobson una pregunta que
elaboramos en colectivo los periodistas cubanos: ¿qué significa el hecho de que
EE.UU. diga que han cambiado los métodos pero los objetivos se mantienen igual?
¿El hecho de restablecer sus relaciones diplomáticas implica que el gobierno de
Estados Unidos acepte la legitimidad de la Revolución cubana?
Desde que rompimos
relaciones, eso significó que los Estados Unidos no reconocían al gobierno y
las instituciones cubanas. Estamos ante un nuevo escenario, pero ¿habrá
cambiado Estados Unidos? ¿Aceptará a las instituciones cubanas, o seguirá
intentando derrocar al gobierno? De la respuesta a esa pregunta depende en gran
medida el futuro de los cubanos.
Tomado del sitio digital
Cubahora
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