domingo, 1 de enero de 2012

¿Cuba está cambiando o no?


foto: Ismael Francisco González Arceo
Por Luis Ernesto Ruiz Martínez, del blog Visión desde Cuba. La respuesta a esta intrigante y muy de moda pregunta puede tener tantas respuestas como se quiera. A la vez tan diversas como las opiniones que a diario se vierten en las calles de mi país.
Y es que nuestras calles, plazas y parques se convierten, sin convocatoria previa, en la más asombrosa tribuna de discusiones y enfrentamientos de toda clase, incluyendo profundas “batallas” en el plano ideológico. Está comenzando un año que proporcionará materia prima más que suficiente para que se incrementen estos debates.
El 31 de diciembre el maestro Luis Sexto, uno de los periodistas que más respeto en Cuba, publicó en el diario de la Juventud Cubana un artículo con el título ¿Cambian las cosas? en el que hace un interesante análisis sobre la reciente (y por venir) situación de las transformaciones que experimenta la sociedad cubana.
Coincido con él en que a veces los cambios que queremos ver los llamamos a gritos sin tener en cuenta lo que en varias ocasiones Raúl nos alerta de lo que significa dar pasos “en falso” en la actualización de nuestro modelo económico.
Algunos ya apuestan que Cuba avanza hacia un capitalismo “light” (lamentable comparación con las bebidas como si ese inhumano sistema permitiera medias pintadas: o se es o no, así de sencillo) y que los cambios que se han venido produciendo solo confirman que se abandona el socialismo por la ineficacia demostrada en más de 50 años. Estos “especialistas” apuntan hacia un capitalismo moderado que no será jamás una alternativa para nosotros.

Durante muchos años nos (mal) acostumbramos a que todo nos lo daba en la mano el Estado y no hacíamos nada (o casi nada) por retribuir eso. Es difícil (a veces demasiado) cambiar la mentalidad de las personas en poco tiempo. Esa es hoy la principal barrera que enfrenta el país en su empeño por adecuar nuestra realidad a la situación en que se desenvuelve nuestra economía. A diario la vivimos y hasta sufrimos en las calles con el accionar cotidiano.
La relación entre salario y precio en nuestros intercambios cotidianos marcan aún la crudeza de los tiempos que vivimos. Las medidas encaminadas a potenciar el trabajo por “cuenta propia“ y el traslado a ese sector de gran parte de los servicios que hasta ahora estaban en manos del Estado genera una profunda contradicción. Resulta bien complejo distribuir nuestros ingresos entre alimentos, servicios necesarios y deseados, gastos de última hora y hasta lujos que algunos pueden darse.
Negar los cambios que se han producido en los años recientes en Cuba es cosa de tontos. Recuerdo claramente cuando los enemigos de la Revolución Cubana empleaban hasta la saciedad el argumento de que el cubano no podía hacer lo que “le daba la gana” con su vivienda o su carro, por solo mencionar un par de ejemplos. Las disposiciones recienten en aras de eliminar prohibiciones que se mantuvieron más tiempo del necesario echaron por la borda esos comentarios.
Igual tratamiento recibió el tema de los teléfonos celulares que de “golpe y porrazo” comenzaron a inundar espacios aunque aún (motivado por el alto precio de ese servicio) no está al alcance de todos nosotros. Pero ahí está la oferta y el que pueda hacer uso de ella que la aproveche.
Para muchas personas son cambios bastante traumáticos pues lo sienten en la economía familiar. El incremento que se ha producido, desde hace años, en los precios de los productos agrícolas, los materiales de construcción, bienes materiales, entre otros, atendiendo a la eliminación de los dañinos subsidios (que lastraron nuestra economía) solo se ponen en equilibrio con otro de los cambiosanunciados: “se subsidiará a las personas y no a los productos”.
Ayer conversaba con mi padre y me contaba que en uno de los recorridos entre su casa y la mía escuchaba a dos cubanos referirse a la situación actual del país. Uno de ellos, bien vestido y con abundantes muestras de tener una alta solvencia económica, le preguntaba desafiante al otro que dónde estaban los tan anunciados beneficios de la Revolución. Yo también he escuchado expresiones de este tipo y no pocas veces en boca de jóvenes.
A veces se nos olvidan, por comunes y por años disfrutados, que muchas de los beneficios que Cuba les ofrece a sus habitantes en materia de educación, salud y seguridad no salen de la varita de “mago alguno”. Y que la preocupación de la Revolución porque no quede nadie desamparado es también una conquista.
Lo que sí sucede con frecuencia es que queremos que el plato de comida, la buena ropa, el buen perfume, la lata de cerveza, el celular, el mp3, la computadora, el carro y hasta la buena mujer están en la bodega de la esquina y que sean parte de la tan criticada y obsoleta “libreta de abastecimiento” porque son cosas que me las TIENE QUE DAR EL ESTADO.
Lo que nadie discute es que este 2012 tiene que ser definitivamente el año en que el trabajo comience a ganar el papel que le corresponde y no sea más la norma que quienes viven de su salario (u otros ingresos honestos) ven disfrutar de la “buena vida” a los lumpen o los vagos que viven de negocios fraudulentos.
Los cambios en Cuba se vienen produciendo desde 1959. En los años recientes solo se han incrementado y no estamos conscientes de las cosas que faltan en este 2012. Entre los que se esperan por muchos están los relacionados con la política migratoria y la consolidación de nuevas formas de producción mercantil y asociaciones productivas. El reto es grandísimo y debemos prepararnos bien.
Cito finalmente al profesor Luis Sexto en uno de los párrafos de su mencionado artículo de Juventud Rebelde: “Pero, a mi modo de ver, con la experiencia de más de 40 años acompañando la combatida, irregular, audaz historia de la Revolución Cubana, me parece que Cuba no es la misma de ayer siendo, en esencia, igual. Esta paradoja no es difícil de interpretar. Cada vez me sorprendo con lo que aparece en la Gaceta de la República, y sobre todo me sorprenderé con lo que todavía no ha aparecido, ni se ha escrito y, de seguro, habremos de escribir. Y me doy cuenta de que la esperanza se edifica con pequeñas grandes cosas. Día a día”.

Tomado del sitio digital Visión desde Cuba, de Luis Ernesto Ruiz Martínez

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