por Miguel Fernández Martínez
corresponsal de Prensa Latina en Siria
Damasco, 8 jul (PL) Cuando el
presidente norteamericano, Barack Obama, sentenció hace unos días que la lucha
contra el grupo terrorista Estado Islámico (EI) en Siria e Iraq sería larga y
difícil, provocó más dudas que certezas en este lado del mundo.
Lo polémico es tratar de descubrir cuáles
son las verdaderas intenciones del inquilino de la Casa Blanca, porque hasta
hoy, no tiene mucho historial que exhibir en la lucha contra el terrorismo
asentado aquí, que por demás es un genuino producto con el sello Made in USA.
Para Obama y sus estrategas políticos y
militares, el propósito real de su cacareado plan no es enfrentar a las bandas
extremistas del EI o del Frente al-Nusra –brazo armado de al-Qaeda en Siria-,
sino defenestrar al presidente Bashar al-Assad, y así conseguir la
fragmentación de este país del Levante.
Eliminando al gobierno de al-Assad, los
Estados Unidos garantizarían más estabilidad a Israel, sacando del juego al
principal defensor de la causa palestina en la zona, y dejarían un camino
expedito a los enemigos de Irán.
Por eso el presidente estadounidense se
contradice ahora –o mejor, contradice la realidad- cuando habla de enfrentar a
su propio engendro.
Recientemente fue desclasificado un informe de
la Defense
Intelligency Agency (DIA), fechado el 12 de agosto de 2012, donde
queda demostrado que el grupo Estado Islámico fue creado por
Estados Unidos con ayuda de Turquía, Israel, Reino Unido y las monarquías
del Golfo Pérsico.
Considerado desde el principio como un
elemento estratégico en las políticas para el Oriente Medio, la inteligencia
estadounidense previó el surgimiento y desarrollo de un califato islámico
regido por el EI en Iraq y Siria, necesario para aislar e intentar derrocar al gobierno
de Bashar al-Assad.
Ahora resulta, según Obama, que habrá que
desplegar una “larga y difícil” guerra, que definitivamente pondría fin a
viejos proyectos estadounidenses, y cuyos resultados se diseminan por el mundo
como una plaga incontrolable.
Para nadie es un secreto que Estados Unidos
apoyó la creación de al-Qaeda en la década de 1980, buscando enfrentar a las
tropas de ocupación soviéticas acantonadas en Afganistán.
Con ese propósito, la Agencia Central de
Inteligencia norteamericana (CIA) entrenó en Pakistán a más de 35 mil
yihadistas procedentes de 43 países durante 10 años (1982-1992), y activó sus
poderosos mecanismos de comunicación para alentar la guerra santa (yihad).
Es en este período que aparece la figura de
Osama Bin Laden, líder supremo de al-Qaeda, reclutado por la CIA en 1979, y que terminaría
convirtiéndose en el terrorista más odiado del mundo.
El grupo Estado Islámico, una escisión de
al-Qaeda, es un resultado de esas políticas de la CIA, el M16 británico, el
Mossad israelí y los servicios de inteligencia de Turquía y Arabia Saudita, que
vieron en los seguidores de Abu Bakr
al-Baghdadi, los peones necesarios para conseguir sus planes Injerencistas en
el Medio Oriente, principalmente en Siria e Iraq.
Aunque ahora Obama diga querer enfrentarlos,
Estados Unidos se verá en la disyuntiva de eliminar a los mismos que entrena en
campamentos de Jordania y Turquía, pues de todos es conocido que estos
elementos extremistas, al infiltrarse en suelo sirio, pasan a formar parte de las
filas del EI o del Frente al-Nusra.
Estados Unidos mantiene un doble discurso
referente al terrorismo que asola al Medio Oriente, pues aunque anuncie sus
intenciones de aniquilarlo y forme coaliciones internacionales para realizar
bombardeos inoperantes, utiliza a sus oficiales para entrenar a los rebeldes y
se asegura que les llegue armamento de todo tipo a través de las fronteras con
Israel, Turquía y Jordania.
Quizás lo que desconcierta a la
Casa Blanca y al Pentágono, sea la firme
resistencia del ejército y gobierno sirio, que por más de cuatro años enfrenta
con tenaz resistencia la agresión terrorista contra su territorio, impidiendo a
toda costa consigan fragmentar el país y la unidad del pueblo.
De todos modos, habrá que esperar cómo
transcurren los acontecimientos en la región, caldeada por la guerra, expectante
ante los inminentes acuerdos entre Washington y Teherán, la pérdida de
protagonismo de Turquía y Arabia Saudita y los tradicionales virajes políticos
y estratégicos de la Casa Blanca.
publicado en el sitio digital de Prensa Latina
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