Fernando Lugo, Lula da Silva, Hugo Chávez, Dilma Rouseff y Cristina Fernández |
Por
Miguel Fernández Martínez
La reciente muerte del presidente
venezolano, comandante Hugo Chávez, volvió a poner sobre el tapete la duda
acerca del origen y causas de enfermedades letales que, sorpresivamente,
atacaron a prominentes líderes de la izquierda latinoamericana.
Las máximas autoridades del gobierno
bolivariano de Venezuela anunciaron recientemente que iniciarán una profunda
investigación científica para tratar de encontrar la verdad sobre el agresivo
cáncer que le quitó la vida al indiscutible líder latinoamericano, en momentos
en que se disponía a cumplir un nuevo mandato popular de gobierno, después de
ganar abrumadoramente en las elecciones de octubre pasado.
La Agencia Central de Inteligencia
estadounidense (CIA), junto a otras agencias europeas e israelíes dedicadas al
trabajo secreto y la subversión, tienen un largo historial de ataques
bacteorológicos contra líderes mundiales, que se fueron conviertiendo en
incómodas figuras frente al proyecto hegemónico del imperialismo.
Los casos más relevantes fueron el del
expresidente paraguayo Fernando Lugo, que padeció de un linfoma no-Hodgkins, y
casi simultáneamente la actual mandataria brasileña Dilma Rousseff, en pleno apogeo
de su campaña política, se tuvo que enfrentar a un cáncer en el sistema
linfático.
Otros afectados que llamaron la atención
fueron el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien se le
diagnosticó un tumor en la laringe, y Cristina Fernández, presidenta de
Argentina, que fue operada de un cáncer de tiroides.
Sin estar en la lista de los líderes más
radicales de Latinoamérica, pero con posiciones menos comprometidas con
Washington y que ofrecieron respaldo al proyecto bolivariano de integración
continental, fueron afectados por el cáncer de próstata el presidente de
Colombia, Juan Manuel Santos, y el expresidente de Haití, René Preval.
También llama la atención la repentina
muerte del argentino Néstor Kirchner, mientras aspiraba a un nuevo período presidencial,
que fue víctima de un fulminante infarto del miocardio mientras tomaba un café
en un hotel en la Patagonia,
y la grave enfermedad que atacó al líder histórico de la Revolución cubana,
Fidel Castro, en 2006, después de su regreso de un viaje a la Argentina.
Aunque no se puede afirmar hasta dónde pudo
llegar la siniestra mano de los órganos de inteligencia imperiales, aún están
frescas las dramáticas revelaciones de la ejecución de pruebas científicas
hechas por Estados Unidos con seres humanos en Guatemala a mediados del siglo
pasado, que incluyeron la inoculación de graves enfermedades en personas
utilizadas como conejillos de Indias.
Tampoco se olvidan los altos índices de
padecimientos cancerígenos registrados entre la población de la isla puertorriqueña
de Vieques, como consecuencia de las pruebas bacteriológicas realizadas por la Marina estadounidense, y la
confirmación del asesinato por envenenamiento con plutonio del líder palestino
Yasser Arafat.
La impotencia de las ultraderechas, en su
afán por alcanzar el poder y control de los pueblos, jamás ha puesto límite
para sacudirse de encima a los representantes populares con propuestas de
gobierno a favor de los menos beneficiados.
El chileno Salvador Allende, el panameño
Omar Torrijos, el granadino Maurice Bishop, por solo citar tres ejemplos y en
diversas circunstancias, murieron trágicamente en ejercicio de sus cargos,
después de ver el dedo imperial inclinarse hacia abajo.
Por su parte, el líder cubano Fidel Castro
acumula un record impresionante de intentos frustrados de asesinato que supera
las 600 acciones fraguadas y financiadas en las siniestras oficinas de Langley.
Recientes revelaciones de Wikileads
confirmaron a través de documentos secretos dados a conocer, que el
Departamento de Estado norteamericano estuvo al corriente y con gran interés,
de las posibles enfermedades que afectaban y los medicamentos que consumían
varios líderes de las izquierdas latinoamericanas.
Durante una graduación militar, en una de
sus últimas apariciones públicas, el extinto mandatario venezolano Hugo Chávez
sugirió que Estados Unidos puede estar detrás de la propagación de las
enfermedades oncológicas entre los líderes de países latinoamericanos.
“No sería extraño que hubieran desarrollado
una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora”, se preguntó
Chávez en aquella oportunidad.
El actual presidente en funciones venezolano,
Nicolás Maduro, volvió a poner en dudas el origen de la enfermedad que aniquiló
al comandante Chávez y pidió que se iniciara una profunda investigación
científica para determinar las causas y origen del cáncer que padeció su
predecesor, quizás el más incómodo rival que tenía Washington en una América Latina
que está aprendiendo a conducirse sola e independiente de los designios del
Norte.
Al margen de cualquier conjetura, sigue
llamando la atención esta rara avalancha que el cáncer desata contra las
izquierdas políticas.
Aunque Estados Unidos lo niega rotundamente,
no se puede olvidar que también negaron por más de 70 años haber sido los
culpables de la voladura del acorazado Maine, en la bahía de La Habana para declararle la
guerra a España y ocupar ilegalmente a Cuba, y que por medio siglo ocultaron
ser los responsables de miles de muertes en Guatemala a causa de sus
experimentos científicos con seres humanos, entre otras desventuradas mentiras.
El tiempo y la verdad, dirán la última
palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario