Por Miguel
Fernández Martínez
Aún cuando la consternación invade a
millones de hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo entero, después del
deceso del comandante bolivariano Hugo Chávez Frías, se confirma la sentencia
martiana de que "la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la
vida".
Chávez salió de las entrañas de la tierra,
como hijo escogido de una Latinoamérica repleta de deudas con los próceres que,
a fuerza de ideas y con el sable desenvainado, soñaron una América unida e
independiente.
Aquel 28 de julio de 1954, el espíritu de
Simón Bolívar sobrevoló Sabaneta de Barinas, anunciando sobre los picos de América que había nacido su más radical
seguidor.
Don Hugo y Doña Elena lo formaron para un
futuro de batallas, y forjaron la voluntad de aquel jovencito que soñaba con
ser un jugador de béisbol y que terminó portando la daga de cadete del ejército
venezolano, sin prever que se iniciaba la difícil ruta de un guerrero
comprometido con su pueblo.
En la escuelita de Juan Pino terminó de
aprender los secretos del conocimiento que empezó a recibir muy temprano de su
abuela indígena Rosa Inés.
Llegó al colegio en su primer día con unas
alpargatitas viejas, las únicas que tenía, y la abuela Rosa Inés lloraba porque
no le alcanzaban los dineros para comprarle zapatos.
Un pasaje en la vida del futuro líder
popular que reforzaría su afán por una Venezuela soberana que alcanzara los
verdaderos propósitos bolivarianos de independencia, soberanía e igualdad de
todos los venezolanos.
En 1971 el joven soñador ingresó en la
Academia Militar de Venezuela, convirtiéndose en oficial de las fuerzas
armadas, y reafirmando el solemne juramento de defender con la vida su
compromiso con la Patria, el mismo compromiso que lo llevó a fundar en 1982 el
Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 en vísperas de los doscientos años
del natalicio del Libertador Simón Bolívar.
Bajo el Samán de Güere, el mítico árbol bajo
cuyas ramas acampó Bolívar, Hugo Chávez juró solemnemente reformar el Ejército
e iniciar una lucha para construir la nueva República venezolana, propuesta que
no tardó en consumar al encabezar la rebelión militar del 4 de febrero de 1992,
a la cabeza de sus compañeros de armas.
En la cárcel de Yare Chávez terminó de
definir su futuro proyecto político. Las masas populares aplaudieron su intento
de sacudir las lacras que desangraban a Venezuela, y con ese mismo pueblo llegó
victorioso a la presidencia en diciembre de 1998, encabezando un nuevo estilo
de gobierno popular, que le devolvió la voz a los oprimidos de siempre.
Fiel seguidor de Fidel Castro, líder
histórico de la Revolución Cubana, Chávez empuñó el sable de Bolívar en una
nueva cruzada redentora que concretó acciones en históricos proyectos como la
Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América, y la Comunidad de
estados latinoamericanos y Caribeños, y su larga mirada integradora es ya una
realidad tangible en el sueño de unidad continental.
Solo la muerte pudo frenar el empeño de este
hombre sencillo que no escatimó esfuerzos por ver crecer su Venezuela querida,
pero en medio del dolor de millones de latinoamericanos que sienten su partida,
queda el ejemplo de un gigante, bolivariano consecuente, que desde ya forma
parte del panteón de los grandes próceres de América.
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