--> En el aniversario 82 del natalicio
del popular cienfueguero, cantante de punto guajiro y música campesina cubana
Inocente Iznaga González,
“El Jilguero de Cienfuegos”, fue un destacado escritor, poeta e intérprete no
solo de punto guajiro sino también de la música campesina cubana. Nació el 28
de octubre de 1930, en Arimao, Cienfuegos.
La numerosa familia, formada por papá Vicente, mamá Felicia y once
hermanos más, supo de la miseria y la explotación, y alguno tenía que hacer
algo para salir de aquella terrible situación. De escuelas ni hablar. El
Jilguero solo cursó hasta primer grado. Lo demás, lo aprendió después de 1959,
cuando la revolución llegó para salvarlo a él y a todo un pueblo.
Como el tío Chuco, que en
verdad se llamaba Jesús Tamayo, sabía algo de improvisaciones y lo llevaba a
casi todos los guateques campesinos de su terruño natal, en la zona
cienfueguera de Arimao, donde desde los 7 años de edad comenzó a cantar
guajiras, guarachas, sones y décimas tan cubanas como las palmas.
Inició Iznaga su carrera
artística a muy temprana edad. A los 13 años ya cantaba en emisoras de la
provincia. Se traslada a La
Habana en 1948 y pronto es elegido Príncipe del Punto Cubano.
Comienzó a presentarse con el grupo de Modesto Morejón en emisoras de radio de
la capital. Algún tiempo después inicia una relación sentimental con Martica
Morejón, quien sería su eterna compañera de aventuras, tanto sentimentales como
musicales.
A partir de 1959 se instala,
junto con un selecto grupo de intérpretes, en lo que podríamos denominar el
podio de la música campesina, que comparte con Celina, Reutilio, Radeunda Lima,
Coralia Fernández, Ramón Veloz y Justo Vega. De todos ellos, es el único negro.
En la capital recibió mucha
ayuda y albergue de Esteban Blanco, un buen amigo apodado El Guingue, quien lo
acogió en su hogar como si fueran hermanos.
Desde el punto de vista
profesional el apoyo le llegó de dos grandes de la poesía: Jesús Orta Ruiz
"El Indio Naborí" y Justo Vega "El Caballero de la Décima Cubana ".
Con Justo se incorporó al
programa Patria Guajira, que diariamente en las noches trasmitía Radio Cadena
Habana, donde sus controversias eran con Raúl Rondón "El Bardo
Camagüeyano".
Y ahí se le fue quedando el
sobrenombre de El Jilguero, porque a melodía, ritmo, afinación y gracia para
cantar no hay quien le saque ventaja, al igual que esa avecilla canora que
abunda en los montes cubanos.
Pero en esos avatares, al
compás del requinto de Panchito Lara y los acordes de la guitarra acompañante
de Manuel Morejón, se enamoró locamente de la también intérprete Martica, la
hija de este último, y de ese amor que será eterno nació el relevó excelente de
papá y de mamá: Tony Iznaga Morejón, bueno entre los buenos.
En todos estos años, El
Jilguero ha sido figura principal de la música campesina cubana, siempre
presente en los espacios radiales y televisivos dedicados a este género.
Siempre que se habla de
géneros en la música cubana hay que hacerlo con mucho cuidado, porque el
intercambio entre ellos ha sido y es enorme. Por tanto, Inocencio Iznaga es uno
de los principales intérpretes de pun[[Image:|Inocencio Iznaga]]to guajiro,
sino de música campesina, que abarca un espectro mucho más amplio.
Al principio no fue así. Mientras
que en Oriente y La Habana
(los grandes polos de nuestra cultura) se desarrollaba una música más mestiza,
en Pinar del Río y Las Villas, provincias con mayor presencia de población
blanca, se instalaba el punto guajiro en sus múltiples variantes.
En su Discografía de la
música cubana, Cristóbal Díaz Ayala comprueba con cierto asombro que durante
las tres primeras décadas del siglo XX la presencia en discos de la música
campesina era mucho más importante de lo que sería en años posteriores. Y aunque
desde el inicio había cantantes negros, la mayoría eran blancos, como españolas
eran las tonadas, emparentadas con la música canaria, el galerón margariteño
venezolano o el trovo de la
Alpujarra.
Durante muchos años, el
punto guajiro conservó un alto grado de pureza, entre otras cosas porque sus
protagonistas no tenían oportunidad de escuchar otras formas musicales. Con la
irrupción de la radio, primero, y la televisión, después, los campesinos
comienzan a tener acceso a otros géneros más vitales, como el son, que marca
definitivamente a la música campesina de las provincias mencionadas.
Es en este contexto que hay
que entender la que compone y canta Inocencio Iznaga, más conocido como el
Jilguero de Cienfuegos. Y ya que estamos inmersos en la terminología heráldica
cubana, tan recurrente en nuestra música (el Bárbaro del Ritmo, el Guapo del
Bolero, etcétera).
Aunque nunca ha abandonado
del todo sus raíces y, cuando se lo propone, puede ser un recio controvertista,
la música que más frecuenta el Jilguero es una mezcla en la que intervienen no
sólo el son y la guaracha, sino incluso formas de otros países iberoamericanos
como el porro puertorriqueño o el vallenato colombiano. Lo interesante, desde
el punto de vista musical, es que a pesar de la inclusión de percusiones y de
ritmos diferentes, nunca pierde su típico sabor campesino.
Como ocurre con Celina,
cuando interpreta sones o guarachas no estamos escuchando a un sonero de origen
campesino, sino a un campesino villareño que interpreta son. Lo mismo ocurre
con sus letras (ya sea las que escribe o las que adopta), deliciosas muestras
de una forma de humor campestre, aunque no bucólico.
Es interesante observar que
mientras la música urbana incorpora desde temprano las formas del habla
popular, la música campesina siempre ha pretendido el ejercicio de un
castellano "correcto" que el Jilguero incluso exagera con la
pronunciación de unas sonoras erres que forman parte de su inconfundible
estilo: "¡...qué bárrrbaro!", tan diferente de las erres cubanas, que
se atenúan hasta convertirse en eles o desaparecer, absorbidas por las
consonantes colindantes: "¡...bábbaro...!"
También forma parte de su
estilo un optimismo, una alegría, una vitalidad que, reforzados por su potente
voz y el humor de sus canciones provoca siempre la sonrisa, aunque, creo, sin
la descomunal fuerza que caracteriza a Celina.
Otro de sus atributos, no
muy frecuente en la música cubana, es la ironía, una ironía que logra momentos
esplendorosos en ciertos momentos, como en el punto cubano Siempre riendo, con
letra del propio Iznaga y música de Chanito Isidrón. Se trata de una pieza
evidentemente humorística que dice:
Mi vecino Chicho Mata
quiso ahorcarse en un hotel,
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá).
Mi vecino Chicho Mata
quiso ahorcarse en un hotel
y en el mismo cuarto de él
se colgó por una pata.
Luego al juez, en forma
grata,
le dijo hablando de aquéllo:
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá)
no me la puse en el cuello
porque la soga tirante
aprieta mucho el tragante
y dificulta el resuello.
Un tipo tonto montó
una yegua sin destreza
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá).
Un tipo tonto montó
una yegua sin destreza
de espaldas a la cabeza
y un gran apuro pasó.
La yegua se encabritó
y él, agarrándose bravo
(ja, ja, ajá,
ja, ja, ajá)
fue rodando al fin y al cabo
y gritó como protesta
traigan más yeguas
que de ésta
no me queda más que el rabo.
Aunque nunca ha abandonado
del todo sus raíces y, cuando se lo propone, puede ser un recio controvertista,
la música que más frecuenta el Jilguero es una mezcla en la que intervienen no
sólo el son y la guaracha, sino incluso formas de otros países iberoamericanos
como el porro puertorriqueño o el vallenato colombiano.
Lo interesante, desde el
punto de vista musical, es que a pesar de la inclusión de percusiones y de
ritmos diferentes, nunca pierde su típico sabor campesino. Como ocurre con
Celina, cuando interpreta sones o guarachas no estamos escuchando a un sonero
de origen campesino, sino a un campesino villareño que interpreta son. Lo mismo
ocurre con sus letras (ya sea las que escribe o las que adopta), deliciosas
muestras de una forma de humor campestre, aunque no bucólico.
En su interpretación, el
Jilguero fuerza la risa de forma tan sobreactuada que lo que podría parecer un
defecto se convierte en sarcasmo. Este tipo de énfasis es común en el punto
guajiro, en el que también se imita el sonido de la guitarra (guambám, guambán)
u otros sonidos onomatopéyicos, como los emitidos por los animales domésticos,
en los que Iznaga es un experto.
Durante mucho tiempo, la
música guajira ha sido despreciada por el público urbano. No se puede
comprender la música cubana en su conjunto sin conocer un poco, al menos, su
vertiente campesina; una forma llena de riquezas, tanto musicales como, sobre
todo, en las letras. En ambos sentidos, el Jilguero de Cienfuegos, alias
Inocente Iznaga, es un rotundo ejemplo.
En su vivienda, El Jilguero
tiene a buen recaudo las distinciones por la Cultura Nacional ,
la Raúl Gómez
García, la Antero
Regalado , la
Marcos Martí , la Alejo Carpentier , La Giraldilla de La Habana , el Camarón de
Cristal de Cienfuegos, la
Gitana Tropical y la réplica del Machete de Máximo Gómez.
Además, conserva intactos
sus diplomas y medallas de Combatiente y Trabajador Internacionalista, pues en
1973 compartió la suerte del pueblo sirio cuando fueron atacados por las tropas
Israelíes, y en 1982 se encontraba en la Nicaragua Sandinista
agredida por la guerra sucia organizada y financiada por Estados Unidos.
Pero El Jilguero no vacila
en afirmar que su mejor premio es el cariño, el respeto y el aplauso de sus
once millones de hermanos cubanos.
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