el autor de este blog entrevistando a Sara González en La Habana, en abril 2010 - foto: Omara García |
Con Sara se va al Cielo
un pedazo de la cultura cubana, un trozo de esa cultura comprometida en la
trinchera revolucionaria, y donde brilló con luz propia, cuando repicaban sus
versos cantados anunciando que “se oyen las campanas de los hombres/ que
levantan sus sonrisas de las lomas./ Después que entre pecho y pecho/ haya
tenido el deseo de quemar, de matar, de vengar y de vencer”.
Recuerdo la última vez,
hace casi dos años, que nos encontramos en el Patio de la Gorda, el último espacio
maravilloso que eligió para conspirar a favor de los sueños entre canciones y
abrazos. Una mañana de abril, en 2010, entre ensayos e instrumentos, sostuvimos
una charla que versó alrededor de Cuba, de los que no dejan soñar en paz, y de lo
que somos.
“Queremos vivir en paz,
no meternos con nadie, pero siempre vamos a vivir y luchar por la justeza, por
la libertad, porque la gente tenga lo que necesita para vivir”, me dijo en
aquella oportunidad la popular cantante.
A Sara siempre la
recordaremos por su sonrisa eterna, por su lealtad a Cuba, por su inclaudicable
condición de cubana. Y como decía en una de sus más populares canciones, no la
lloraremos en su muerte, porque nos guiará eternamente por la vida.
"A los héroes se les recuerda sin llanto, -nos enseñó Sara- se les recuerda en los brazos,/ se les recuerda en la tierra. /Y eso me
hace pensar/ que no han muerto al final;/ y que viven allí,/ donde haya un
nombre,/ presto a luchar,/ a continuar.
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