Debe ser difícil
pretender erigirse como el líder de un pueblo que no siente respeto por lo que
se dice. Tiene que resultar extremadamente complicado conseguir adeptos para
una causa que se sustenta en el peor servilismo y en el más miserable
mercenarismo.
Oscar Elías Biscet, un
prefabricado líder de la acéfala “oposición” cubana, se ha ido convirtiendo,
por obra y gracia de los billetes verdes, en un ególatra trasnochado que no
tiembla para ponerse de rodillas ante la potencia imperialista más grande del mundo,
sin recato alguno para mantenerse a flote entre las cuerdas putrefactas de ese
andamiaje donde se mueven sin distinción la vileza y la deshonra.
Amante del show y el
espectáculo, los que han seguido la carrera “política” de quien alguna vez se
formó para salvar vidas humanas, saben perfectamente que este autotitulado
“líder opositor”, solo ha sido un arribista que lo mismo inventa una ridícula
huelga de hambre donde todos engullían las proteínas escondidas a los flashes
fotográficos de la campaña mediática, o provoca un escándalo que lo lleve a
prisión, para dar argumentos sensacionales a la maquinaria sensacionalista
anticubana.
Pero esta vez Oscar
Elías Biscet fue más lejos. El supuesto defensor de los “derechos humanos” en
Cuba, ha pedido con absoluto desparpajo, ante el Subcomité de África, Salud
General y Derechos Humanos del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de
los Estados Unidos, que su país –Cuba-, y sus compatriotas –los cubanos que
viven en la isla-, sean bombardeados con la misma fiereza con que los aviones
imperialistas de la OTAN destruyeron todo vestigio de civilización en Kosovo.
“Mañana celebraremos con
orgullo el cuarto aniversario de la independencia de Kosovo –afirmó Biscet
ante el Congreso de Estados Unidos, a quien se dirigió vía telefónica desde la
Oficina de Intereses norteamericana en La Habana-. Hace cinco años ustedes los
americanos le prometieron a los albanokosovares su decidido apoyo a la
independencia. Lo hicieron con tanta firmeza, honor y amor que sumaron a muchos
países en esta justa causa y triunfaron. Este es el apoyo que yo pido de ustedes para
que mi pueblo sea libre y soberano”.
Un periodista de Miami
que se refirió al tema, describió a Oscar Elías Biscet como un esquizofrénico.
Prefiero no escribir públicamente lo que pienso de este tipejo que mendiga
terror y muerte para su pueblo, ante la impotencia de no realizarse en sus
aberrantes ideas de convertirse en figura pública.
Las pugnas de Biscet con
otros mercenarios emplantillados en las nóminas de la Sección de Intereses de
Estados Unidos en La Habana son harto conocidas por todos los cubanos. Su afán
por brillar como principal vedette de la contrarrevolución interna en la isla,
le impone no tener un ápice de dignidad e hidalguía, y no tiene más alternativas
que congraciarse con sus pagadores del Norte, para conseguir el apoyo que le
niega su propio pueblo.
Por eso este mercenario
no escatima elogios para congraciarse ante una terrorista –en mente y espíritu-
como la congresista cubanoamericana Ileana Ros-Lethinen, a quien tuvo la
desfachatez de llamarla como su “compatriota y gran defensora de la libertad
del pueblo cubano”; o a la pandilla batistiana integrada por Bob Menéndez, Marcos
Rubio, Albio Sires, Mario Díaz-Balart y David Rivera, promotores inveterados
de cuanto proyecto de ley suponga, desde las tierras del Norte, ahogar por
hambre al pueblo de la isla.
A este señor, que solo
conoce el lenguaje del amo gringo y se reconforta con el sonido de las monedas
manchadas por la traición, y quien en pago pide bombas e invasiones extranjeras
para su país, lo han propuesto, los mismos que lo empujan como títere a servir
de carne de cañón en un conflicto político del que se ha hecho una jugosa
industria, a ser tomado en cuenta para los Premios Nobel por la Paz. Ojalá se
imponga la cordura y la sensatez en quienes otorgan tan preciado galardón
Oscar Elías Biscet fue
demasiado lejos esta vez. Su sarta de acusaciones y mentiras sobrepasaron lo
imaginable, aún cuando representa a un sector que se mantiene del engaño y la
manipulación. Pero la mejor lección para todos los cubanos de a pie, los que
sufren las carencias y las necesidades y los que sueñan que debe cambiarse todo
lo que sea necesario, es que estos supuestos “luchadores pacifistas”, como los
presentan sus manejadores, son burdos mercenarios, capaces de entregar a su
propio pueblo al desastre y al holocausto. Y quien lo dude, los hechos hablan
por sí solos.
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