Por Natasha Vázquez
Miguel Fernández: “Ver a esa
gente que no se rinde, que sigue soñando con un país próspero, es la mayor
lección que me dio Siria”
Durante casi un año, el
cubano Miguel Fernández, fue el único periodista del mundo occidental acreditado
permanentemente en Damasco.
Reportando como corresponsal para la agencia Prensa
Latina —presente en Siria desde el inicio del conflicto en 2011— además de
informador, se convirtió en referente indispensable para conocer desde adentro
algunos aspectos de esa guerra. De regreso a La Habana, conversa en
exclusiva con Sputnik.
- ¿Qué visión tenía usted del
país y el conflicto antes de llegar y cómo fue cambiando su percepción a medida
que conocía Siria?
Tenía antes una idea de la
guerra —y de Siria— muy diferente a la real. Esperaba ver camellos, todas
las personas con paños en la cabeza, destrucción, y me encuentro con el país más
laico de Oriente Medio, cuna de civilizaciones, donde nacieron las tres
religiones monoteístas —el judaísmo, la cristiandad y el islam—. Una
nación con más de 10.000 años de historia —Damasco es la ciudad poblada
más antigua del mundo— metida en una guerra de agresión, incentivada por más de
60 países, empezando por los grandes poderes
occidentales, EEUU, Inglaterra, Francia, las monarquías del golfo…
En mi preparación había
leído muchas expresiones recurrentes: opositores armados, rebeldes, guerra
civil. Pero cuando fui adentrándome en el conflicto descubrí que estas frases
eran imágenes construidas por una gran campaña mediática diseñada desde
Washington para tratar de desestabilizar al pueblo sirio.
Lo primero que se desmorona
ante mí es la imagen de una guerra civil, porque no había tal guerra civil. Las
guerras civiles son entre nativos y una de las cosas más interesantes que
descubrí fue que los sirios no estaban peleando contra los sirios, sino contra
mercenarios de más de 60 países.
Las tropas del Estado
Islámico (EI) o el Frente Al
Nusra —por sólo mencionar algunos— están integradas por libios,
tunecinos, chechenos, egipcios, africanos, personas procedentes de muchas ex
repúblicas soviéticas del sur con fuerte presencia musulmana. En Siria llegaron
a existir más de mil grupos armados diferentes, y esto responde a la
composición mercenaria de los mismos.
Supuestamente la guerra
había comenzado a raíz de los procesos conocidos como 'primaveras árabes', que
según Occidente iban destinadas a derrocar tiranías, dígase Egipto, Túnez, Yemen
o Irak. Se estaba presentando al presidente Bashar Asad
como un dictador al frente de un gobierno totalitario, que el pueblo estaba
luchando contra él.
Y descubrí a un pueblo combatiendo
alrededor de su gobierno. Un pueblo mixto donde suníes, chiíes, armenios,
azeríes, cristianos, todos combatían en la misma trinchera y bajo la misma
bandera con su líder al frente. No existe en la historia de la humanidad un
dictador que haya logrado sobrevivir a años de guerra en esas condiciones.
Eso también desmorona las
teorías de que la guerra se debe a que una mayoría suní se ha rebelado contra
la minoría de origen alauí. El presidente es alauí pero su esposa es suní, una
confesión religiosa que constituye el 80 % de la población. Soldados de todos
los orígenes combaten hombro con hombro en las trincheras, porque defienden no
solo al gobierno sino también la estabilidad y la independencia de su país.
Llego finalizando el cuarto
año de guerra, a principios de 2015, y veo cómo el país se va despedazando,
cómo sube la cifra de muertos. Hoy se habla ya de 270.000 muertos en 5 años.
Daesh iba tomando posiciones y avanzando con el apoyo de Arabia Saudí y
Turquía. Y me impresionó en primer lugar la voluntad del pueblo sirio de
defenderse, de no rendirse y de enfrentarse a la agresión.
Un pueblo que ha contado con
muy poca ayuda, que ha tenido una feroz campaña mediática en su
contra —según cálculos, más de 1.200 medios de prensa intentando satanizar
ese país— y a pesar de todo, no se ha rendido.
- En más de 30 años de
profesión, a usted le han tocado no pocas situaciones peligrosas, pero nunca
había estado en un país en guerra hasta que llegó a Siria. ¿Cómo lo vivió?
Para un periodista cubano,
que no está acostumbrado a conflictos bélicos, presenciar como protagonista de
primera fila una guerra tan cruel como la de Siria fue estremecedor.
Rompe con todos los patrones
de los conflictos armados en el mundo, por los niveles de crueldad, de
brutalidad y de bajeza que imponen el Estado Islámico o el Frente Al Nusra,
decapitando mujeres, niños, asesinando ancianos, enterrando vivos a sus
prisioneros…
Mi cobertura en Siria fue una experiencia única, yo vivía con los
sirios, sufría sus necesidades, adolecía de la falta de luz, de agua.
A dos kilómetros de mi casa
se combatía, los cañonazos me retumbaban en la cama cuando dormía. El mismo
sufrimiento del pueblo sirio yo lo vivía, y eso me permitió en primer lugar
sensibilizarme, entender el conflicto, y tener una idea más clara de por qué
habían decidido defenderse.
- ¿Cuéntenos más de cómo es el
día a día en Damasco?
En Damasco se imponía una
máxima: podías estar en el lugar y el momento equivocado en cualquier hora y
lugar. Estamos hablando en general de una ciudad segura, con una característica
bien interesante, a Damasco no la protege el ejército, sino las milicias
populares, que son las encargadas de la protección de la urbe.
Pero alrededor, en toda la
periferia de Damasco, operan decenas de grupos armados que están constantemente
atacando el centro de la ciudad con misiles, morteros o cohetes. No sabes nunca
en qué momento van a caer y puedes encontrarte un artefacto explosivo en la
calle. Por eso la población vive en constante zozobra.
Por otro lado, lo primero
que impone una guerra es el terror que obliga a la gente a protegerse, pero
Damasco rompía ese esquema. Cuando llega mi relevo, lo saco por la ciudad y a
él le llamó la atención que los ómnibus y taxis funcionaban, la gente estaba en
las cafeterías o de compras, los niños iban con sus uniformes a las escuelas, y
me preguntó, ¿dónde está la guerra? Le respondí que antes de irme a Cuba se la
iba a enseñar y apenas 24 horas después, íbamos en taxi, y delante de nosotros
cayó un mortero en medio de un grupo de personas, matando e hiriendo a varios y
creando el caos. Lo miré y le dije: esta es la guerra.
Es esa capacidad de
resistencia del pueblo sirio, ese afán de no aceptar las adversidades de la
guerra, lo que por lo menos a mí me daba impulso. Esa gente necesita que
alguien cuente su realidad. Para mí como ser humano fue muy interesante, pues
no hice la cobertura desde una burbuja, desde un enclaustramiento. La hice
desde la calle, en las trincheras, estuve en diferentes frentes de combate.
Ver a esa gente que no se
rinde, que a pesar de toda la destrucción sigue soñando con tener un país
próspero, es la mayor lección que me dio Siria.
Tema: Guerra en Siria
- ¿Cómo lo acogieron los
sirios?
Para mí fue muy interesante
ver cómo en el otro lado del mundo sabían de donde yo venía, sabían quién yo
era, no en lo personal, sino lo que yo representaba.
Una vez fui con un grupo de
periodistas acompañados por el ejército a unas montañas en una posición
estratégica hacia el sur del país, muy cerca de los Altos del Golán. Cuando
llegamos nos presentaron a la tropa y dijeron de donde éramos y lo que hacíamos
allí. Se rompieron las filas, cada cual cogió por su camino y yo me fui a las
trincheras con mi traductor.
Llegamos bien temprano y
estaban repartiendo el desayuno, que era un pan árabe y una lata de sardinas, y
uno de estos soldados, con más de 50 años, barbudo, sucio, lleno de pólvora y
fango, se me acercó y partió su pan y me brindó la mitad. Yo lo rechacé pues
había desayunado en mi casa y no tenía idea de cuantas horas hacía que ese
hombre no comía. Pero mi traductor me dice que acepte, y me explica: él quiere
compartir su comida contigo porque tú eres cubano, y a él siempre le han dicho
que los guerreros cubanos son muy valientes y compartir la comida contigo le va
a dar suerte en la próxima batalla.
A mí se me salieron las
lágrimas, primero porque no soy un guerrero, pero el hecho de que este hombre
tuviera esa mirada de mi gente, de mi pueblo, fue emocionante. Estas cosas son
las que a mí me fueron obligando a hacer una cobertura más seria y más
comprometida.
- ¿Qué momentos recuerda con
más impacto?
La caída de Palmira en mayo
del 2015. Palmira es uno de los diez monumentos declarados Patrimonio
de la Humanidad por la
Unesco en Siria, es un oasis en medio del desierto, lleno de
una historia mística. El hecho de ver desplomarse el arco del triunfo y los
principales monumentos, de ver aquella imagen dantesca que no voy a olvidar
nunca de 50 soldados sirios prisioneros, arrodillados, siendo asesinados por niños bajo
la mano de Daesh, para mí fue quizás el momento más triste. Porque sentí
que la guerra
no era sólo contra Siria, la guerra era contra
el mundo, contra nuestra cultura, contra nuestros tesoros, nuestro
patrimonio y cuando digo nuestro, digo de la humanidad.
Estos elementos —en
referencia a Daesh—, son unos salvajes,
que lo mismo destruyen un monumento que le cortan la cabeza a un niño.
- ¿Cuál es la imagen que
tienen los sirios de Rusia y cómo influye la participación rusa en el
transcurso de la guerra?
Conocí algunos rusos que
viven allí, oí decir que hay más de 10.000. La relación con los rusos es muy
anterior a la participación militar, cuando esta comienza fue una gran
esperanza para los sirios.
Yo soy rubio y de ojos
claros y muchas veces me confundían con ruso y me saludaban de una manera muy
efusiva y cariñosa. Los sirios confían en Rusia, porque ellos han estado muchos
años en conflicto con EEUU y otras potencias europeas y como única potencia
amiga han tenido a los rusos. La única base militar rusa fuera de Rusia está en
Siria desde hace más de 40 años y eso para los sirios era como un signo de
garantía. Una buena parte de la oficialidad del ejército sirio es formada en
Rusia.
Yo estaba en el momento en
que Rusia entra en la guerra en septiembre de 2015 y los sirios no asumieron
esto como un acto de intervención sino como un apoyo, un acto de solidaridad.
Desde más de un año antes,
EEUU estaba liderando una coalición internacional y no se veían los resultados.
A medida que los norteamericanos bombardeaban, Daesh se expandía más, ocupaba
nuevas posiciones.
Cuando entra, la aviación
rusa echa por tierra todos los planteamientos que hacía esta coalición. En los
primeros 30 días de bombardeos los rusos lograron aniquilar el 40 % de la
infraestructura del EI, algo que en un año no había conseguido la aviación de
EEUU y sus aliados.
La presencia rusa ayudó
también a demostrarle al mundo el nivel de compromiso que tenían las potencias
occidentales en el conflicto. Los primeros bombardeos rusos en coordinación con
el ejército sirio causaron una gran algarabía de Occidente pidiendo que pararan,
para poder sacar a sus topos, entrenadores, espías, expertos militares
occidentales que estaban en territorio sirio violando todos los pactos y
acuerdo internacionales.
Los bombardeos anteriores no
eran coordinados y muchas veces afectaban la infraestructura siria, los
hospitales, las escuelas. Los rusos no, porque intervienen en la guerra a
solicitud del gobierno de Damasco y todo se hace previa coordinación para que
sea realmente efectivo sin
dañar a la población civil.
Lea también: Operación
rusa contribuye al arreglo en Siria
El conflicto sirio ha sido
además un polígono perfecto para que Rusia muestre su armamento y poderío. De
hecho, la presencia rusa en Siria frenó el impulso de Occidente en su afán de
desmembrar el Oriente Medio.
- Hace unos meses ya que
regresó a Cuba, pero se mantiene al tanto de la situación. ¿Cómo la calificaría?
Llevo cuatro meses en La Habana, pero es muy difícil
vivir en Siria un año, regresar a casa y mantenerse al margen. Uno establece
una suerte de compromiso moral, que no se puede romper. A pesar de que hoy
escribo de otros temas, siempre dejo un tiempo para Siria, y trato de
actualizarme día a día. Y veo que la situación ha ido mejorando, incluso
después del anuncio de la retirada
militar de Rusia.
Se ha cumplido su objetivo,
pues el ejército sirio obtuvo un segundo aire, se rearmó gracias a Moscú, con
un armamento más poderoso, renovó sus fuerzas después de cinco años de desgaste
y ha mantenido la ofensiva. Ese fue el compromiso que se hizo entre Damasco y
Moscú, que la aviación
rusa detendría sus acciones cuando el ejército sirio pudiera defenderse por
sí solo.
A partir de la entrada de la
aviación rusa se liberaron más de 300 pueblos que estaban en manos de los
grupos terroristas, el ejército sirio logró liberarlos. Y hoy se habla de una gran
ofensiva contra Raqqa, capital del califato. Lo cierto es que el ejército
sirio aprovechó muy bien el apoyo de la aviación rusa y no le está dando aire a
los grupos terroristas, y esto me esperanza mucho, pues no solo en el terreno
militar, en el político se sigue avanzando también.
Siguen las conversaciones en
Moscú y se hicieron las elecciones parlamentarias. Y todo esto es un claro
ejemplo de que hay un mejoramiento en el escenario de la guerra, yo tengo la
esperanza de que antes de que termine el 2016 cambie la situación y los sirios
puedan reconstruir su país en paz.
publicado en Sputnik News
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