Los que ahora denominamos “contrarrevolucionarios cubanos”, no son ni
siquiera eso. Sino simples mercenarios al servicio de una potencia
extranjera; armados, entrenados, educados y financiados por Estados
Unidos, para tratar de derrocar al poder revolucionario en Cuba y
así recuperar sus bienes y privilegios, que es lo único que les interesa.
Por lo que el patriotismo de estos últimos, cabe en el bolsillo más pequeño de
cualquier prenda de vestir.
por el doctor Esteban Morales*
En realidad lo que hoy
llamamos contrarrevolución cubana, murió al nacer. Estados Unidos, como siempre
ha hecho, frustró también toda posibilidad de que la contrarrevolución, que a partir
de 1959 se organizaba, pudiese lograr ningún grado de legitimidad.
La contrarrevolución también
puede ser legítima, en la medida en que se proyecta y sea teorizada sobre
el fundamento real de la existencia de clases desplazadas del
poder, que luchan por reinstalarse nuevamente en este.
Es que los procesos
revolucionarios, también legítimos, mucho más porque se sustentan en el
avance, pueden retroceder, ser derrotados, revertidos y hasta
suicidarse (como lamentablemente ocurrió con la Revolución Granadina ).
La revolución puede ser reversible, indicando así que no existían en
realidad condiciones para su triunfo definitivo.
Pero la llamada
contrarrevolución cubana actual, no es legítima, ni lo será nunca. Primero,
porque los que trataron de organizarla, no tenían fundamentos
históricos, sino solo intereses personales.
Y por razones
meramente personales se puede asesinar, armar revueltas, corromper
procesos, pero nunca crear verdaderas organizaciones, plataformas de lucha, ni
articular movimientos políticos contestatarios del poder de la revolución
y articular una plataforma política coherente, una estrategia, un discurso,
a menos de que la propia revolución se deslegitime.
Pero los problemas de la
ilegitimidad de la llamada contrarrevolución cubana actual comenzaron
mucho antes de 1959. Veamos lo que pretendemos decir.
La revolución cubana derrotó
en 1959 una dictadura sangrienta, la de Fulgencio Batista, que representó el
último eslabón del poder de una contrarrevolución, que había
triunfado entre 1898 y 1902, liderada por Estados Unidos y secundada por
las fuerzas anexionistas y plattistas que incluso, habían formado parte,
algunas de ellas, del propio movimiento independentista contra España.
La revolución para entonces,
era la martiana, que buscaba una república “con todos y para el bien de
todos” , la cual fue momentáneamente derrotada por una clase que
comenzó paulatinamente a penetrar los poderes civil y militar de la lucha
independentista, envió sus representantes a combatir
contra España, para no quedar al margen y finalmente se alió con Estados
Unidos, para sacar adelante su proyecto de república, que no era la martiana,
sino la aliada de Estados Unidos, la del protectorado primero y la
neocolonia después.
No quiere decir, que algunos
miembros de esta misma burguesía no estuviesen en desacuerdo con lo que
ocurría en la república surgida a partir de 1902, pero no fueron capaces de
evitarlo, ni tampoco hicieron gran oposición, sino que se aprovecharon de ella.
Solo las masas populares organizadas y líderes esclarecidos, patriotas
verdaderos, mantuvieron vivas las llamas de la lucha por la verdadera
independencia.
Existían sin lugar a dudas
dos proyectos en pugna; el martiano, que combatía por la
independencia contra España, pero observaba con preocupación las
apetencias de Estados Unidos sobre la
Isla , por lo que pretendía cumplir con el doble
propósito de una Cuba libre de España, pero al mismo tiempo independiente de
Estados Unidos.
El otro proyecto, era el de
aquellos que hasta luchaban contra España por lograr la
independencia de esta, pero no confiaban en que Cuba pudiese darse a sí
misma una república independiente, sin la tutela de Estados Unidos. En parte
también, porque muchos de ellos, les temían al peso que las masas
populares y desposeídas tenían dentro de las fuerzas que combatían contra
España, en la etapa final de la contienda independentista del periodo
1895-1898.
La parte más poderosa de la
burguesía cubana, como clase, en realidad, nunca fue independentista y mucho
menos revolucionaria, era demasiado dependiente de España o
de Estados Unidos en último caso. Por lo cual este ultimo volvió a tomar el
mando de la acción contrarrevolucionaria, a partir del triunfo revolucionario
de 1959, incluso antes, para ayudar a los desplazados por la
revolución a reinstalarse en el poder. Tratando por todos los medios de
hacer aparecer la actividad contrarrevolucionaria interna como una contienda
civil. Deslegitimando así a las fuerzas de la revolución. Cuestión esta
que coincidía con los intentos de Estados Unidos de recuperar a
Cuba y con los intereses de la burguesía desplazada, la cual siempre se
había conformado con hacerle la segunda al poder norteamericano en la Isla.
Por eso, los que ahora denominamos “contrarrevolucionarios cubanos”, no son ni
siquiera eso. Sino simples mercenarios al servicio de una potencia
extranjera; armados, entrenados, educados y financiados por Estados
Unidos, para tratar de derrocar al poder revolucionario en Cuba y
así recuperar sus bienes y privilegios, que es lo único que les interesa.
Por lo que el patriotismo de estos últimos, cabe en el bolsillo más pequeño de
cualquier prenda de vestir.
Por eso no tienen plataforma
política propia, ni discurso que convenza a nadie, ni moral, prestigio, ni verdaderos
líderes. Son solo un grupo de corsarios al servicio de Estados Unidos, que lo
mismo van por dinero a Centroamérica, que al África o que contratan
mercenarios desempleados para que vengan a poner bombas en los hoteles
turísticos de Cuba. Fuera de la plataforma que les ofrece la política
norteamericana contra Cuba, pero sobre todo, al margen del dinero que reciben,
no son nadie, no existen más allá de su nostalgia por retornar a la Cuba de los años cincuenta.
En resumen, estos que
ahora llamamos contrarrevolucionarios, son herederos de la
contrarrevolución que triunfó en Cuba a partir de 1898, liderada por Estados
Unidos y secundada por los sectores anexionistas de la burguesía criolla, los
reformistas, aliados de la burguesía imperialista norteamericana y de los
sectores políticos que, en los Estados Unidos, deseaban para Cuba un
protectorado, o una neocolonia y no una república independiente.
Sin embargo, aunque el
proyecto martiano no triunfó entonces, el mismo hizo contribuciones, que
fueron determinantes para la continuidad de la lucha por la
verdadera independencia. Por cuanto José Martí lideró una
tercera guerra, organizada y apoyada masivamente, de tal modo
que esta resulto fundacional para la identidad nacional cubana; la
cultura política independentista y para sembrar las semillas del
antiimperialismo, evitando así la anexión de la Isla a Estados Unidos.
Por ello, la dialéctica
revolución-contrarrevolución no es nada nuevo en la historia de Cuba. La
contrarrevolución ya triunfó en Cuba por varios años; y siempre bajo el
mismo liderazgo (Estados Unidos) secundada por las mismas fuerzas
políticas: los plattistas, reformistas y anexionistas de siempre.
Los cubanos de la Isla no necesitan entonces
saber que ocurriría en Cuba si triunfara una contrarrevolución, lo saben. Pues
lo vivieron.
Por lo cual, toda la
reacción del pueblo cubano ante los intentos de Estados Unidos ahora por
retomar el control de la Isla ,
se despliega sobre un solo telón de fondo, de que todos los cubanos
de la Isla
conocen como Estados Unidos administraría una contrarrevolución triunfante en
Cuba.
De esta historia
sintéticamente contada, provienen las razones de la condescendencia
del ejecutivo norteamericano con la mafia criminal, que ha liderado
la contrarrevolución contra Cuba.
No estaba el gobierno
norteamericano negociando con un enemigo, el caso de Elián González, sino
con su histórico aliado estratégico, que se les había ido de las manos.
Es que resulta necesario
conocer bien que, la mafia anticubana de Miami, no es una simple pieza
táctico-funcional de la política norteamericana hacia Cuba. Es mucho más
que eso. Es parte de una estrategia integral de un proyecto
político contra Cuba a bien largo plazo.
Aun y cuando esta
mafia, tuviese que ver limitado su perfil de participación en una primera etapa
por reconquistar a Cuba, de todos modos no podría prescindirse de
ella en la siguiente etapa.
Los cubanos-americanos,
constituyen para la política norteamericana algo así como la “Cuba
alternativa”, al decir de Luís Ortega, “La patria portátil”, que no tiene sino
como objetivo, después de derrocar el poder revolucionario en Cuba,
asegurarse de que esta no se les vuelva a escapar de las garras.
De lo contrario, ¿cómo
imaginar que diez administraciones norteamericanas, por más de
cincuenta años, hayan invertido tanto dinero y recursos para tratar
de desestabilizar a Cuba y “clonarla” del otro lado del
Estrecho de La Florida ?
Esa ha sido una estrategia
de tan largo plazo, como la de la “fruta madura ” de J. Quincy Adams. Se
trata de la variante por medio de la cual Cuba llegaría a ser finalmente
norteamericana.
Aunque es nuestra opinión,
que el verdadero papel que la política norteamericana le tiene asignado a los
cubano-americanos en su estrategia anticubana, es el de segundones, simples administradores.
Por lo que no pueden hacerse ilusiones al respecto. Lo demás son simples
circunstancias coyunturales. Por eso las administraciones no quieren ni
pueden prescindir de ellos.
De aquí, en su momento, el
interés desmedido de la administración Clinton por convencer a los
secuestradores de Elián González, de que entregasen al niño, sin tener
que verse el gobierno obligado a utilizar la fuerza. Se trataba de
hacer todo lo posible por darles a entender a la mafia
cubanoamericana, que, con su tozudez, estaban afectando algo más
estratégico en las relaciones entre los grupos contrarrevolucionarios y
la administración norteamericana.
Por eso demoró tanto en
aparecer la voluntad por parte de la administración de solucionar el problema
del niño afectando a su aliado. Dándole un golpe que lo anulase como posible
pieza de su política hacia Cuba.
La administración
ejecutó finalmente la decisión sobre el niño, por lo que ello
representaba, en medio de una opinión pública interna casi totalmente
adversa a continuar esperando y de una opinión internacional muy crítica.
También, porque la decisión preliminar del tribunal de Atlanta, con el niño en
manos de la mafia miamense, auguraba dificultades y complicaciones mayores
hacia el futuro inmediato.
Pero la dilatación del
proceso, tanto por parte de la administración como de la mafia,
llevaba implícito la esperanza de que Juan Miguel González cediese ante
la realidad, de que si se quedaba en los Estados Unidos podría tener al niño y
mucho más. Pensamos que todos eran partidarios de
ese tipo de solución, que solo la firmeza revolucionaria del padre de
Elián pudo conjurar.
Por lo que todo ello,
no fue más que un ejemplo de que las administraciones
estadounidenses han utilizado a la mafia
contrarrevolucionaria contra Cuba y continuarán utilizándola.
El grado en que lo continúen haciendo puede que llegue a ser algo no
solo producto de su voluntad política, sino también de
cómo se desarrolle hacia el futuro el debate de la política hacia Cuba.
Tomado del sitio digital MONCADA, Grupo de Lectores en el Mundo
*Esteban Morales. Doctor en
Ciencias y Director Honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de la Habana.
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