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domingo, 10 de mayo de 2020

Roque Dalton: la inexplicable muerte de un poeta

Roque Dalton (1935-1975)

Quizás por la intensa agenda que tenía mientras cubría como corresponsal en las elecciones presidenciales en El Salvador, en 2013, no reparé demasiado en un detalle que ahora martilla mis recuerdos.

En más de una oportunidad coincidí en algún lugar con los presuntos asesinos del bardo y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, que este 10 de mayo cumple 45 años de ser asesinado por sus propios compañeros de guerrilla.

Es inexplicable la muerte de un poeta, y mucho más cuando el bardo asesinado tenía la talla humana de Roque Dalton. Mientras, sus verdugos siguen campantes, deambulando las calles de San Salvador o de Londres, con la conciencia manchada por uno de los más execrables crímenes cometidos en la era moderna.

Quedan demasiadas incógnitas por despejar alrededor de la muerte del autor de El turno del ofendido (1962), Taberna y otros lugares (1969) y Las historias prohibidas del pulgarcito (1974), entre una larga lista de títulos que hoy iluminan la literatura salvadoreña y latinoamericana.

Sus hipotéticas discrepancias ideológicas con la comandancia del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) nunca fueron buenas razones para arrancarle la vida, sin siquiera dejar rastro de sus huesos, y por eso se inventaron razones para justificar el crimen.


Acusar a Dalton de ser agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) tenía tanto de risible, como de abominable. El poeta-guerrillero tenía bien definido su compromiso con las causas más justas de Latinoamérica, había conocido y amado la Revolución cubana, y había forjado su conciencia política en el epicentro revolucionario de los sueños de una nueva sociedad más justa y equitativa.

Juan José y Jorge Dalton, los hijos del poeta salvadoreño
Juan José y Jorge, los hijos del poeta, no han cejado en el empeño de buscar justicia y limpiar la memoria de su padre. Ellos apuntan con su dedo índice, resueltamente, contra los excomandantes guerrilleros del ERP Jorge Meléndez y Joaquín Villalobos, a pesar de los incomprensibles esfuerzos del poder judicial salvadoreño por sobreseer la causa “por considerar que el crimen había prescrito según las leyes locales”.

Apenas faltaban cuatro días para que el autor de “Pobrecito poeta que era yo...”, cumpliera 40 años, cuando sus compañeros de guerrilla le arrancaron la vida impunemente, sin recordar, como decía un poeta cubano que conoció a Roque, que «es bellísima la muerte de un poeta/ porque la muerte es una celada del amor terrestre».


ALTA HORA DE LA NOCHE
  
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

Roque Dalton (1935-1975)

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