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martes, 23 de septiembre de 2014

Maferefún Obbatalá, bendita sea la Virgen de la Merced este 24 de septiembre


   Este 24 de septiembre es divino para muchos cubanos, que desde la blancura de sus ropajes y la pureza de su espíritu, festejarán a Obbatalá, el orisha negro, y a la blanca e inmaculada Virgen de la Merced, colocando sus altares en el umbral más alto de su fe.
   No importa que los rezos se hagan desde el reclinatorio de una iglesia católica, o extendido sobre una estera, agogo en mano, frente a la sopera. El fin será siempre el mismo: pedir por el bienestar humano.
   Perfectamente sincretizadas en la religiosidad isleña, los devotos de la Virgen católica y del orisha africano, ven en ambos el símbolo de la justicia y los signos de realeza que los caracteriza y une en el imaginario popular.
   Obbatalá llegó a Cuba en los barcos negreros procedentes del continente negro, cargados de esclavos. Llegó como único tesoro de aquellos hombres y mujeres arrancados de sus tribus, que traían como único asidero a la vida sus santos guerreros.
   Así llegaron hasta nuestras costas Osagriñán, Ayabguna, Obbá Moro, Alaguema y Ochanlá, entre otras formas de presentarse el orisha, con su iruke blanquísimo y su imponente presencia en el panteón yoruba.
   Aquí tropezaron dos culturas diferentes, dos maneras diferentes de ver el mundo y su cosmogonía. Y casi al unísono llegaba la Virgen de la Merced, en 1601, de manos de los frailes mercedarios Gaspar de la Rocha y Luis Hernández.
   El color blanco del hábito de los religiosos mercedarios es el que se impone también en la vestimenta de las imágenes consagradas a la devoción de la Virgen Redentora. En él, los esclavos verían reflejada la blancura, pureza, sabiduría, mansedumbre y justicia atribuidas a Obbatalá.
   El mismo rostro blanquecino de las tradicionales tallas coloniales, utilizadas para la devoción mercedaria, es un elemento que suscita el sincretismo con la luminosidad y blancura de Obbatalá.

Obbatalá
    Cuenta la tradición que cuando Olordumare bajó al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obbatalá. Debajo del cielo sólo había agua y Olordumare le entregó a Obbatalá un puñado de tierra metido en el carapacho de una babosa y una gallina.  
   Obbatalá echó la tierra formando un montículo en medio del mar y luego al colocar la gallina, ésta comenzó a escarbar la tierra esparciéndola y formando el mundo que conocemos.
Con razón para sus seguidores, Obbatalá es el escultor del ser humano. Es el dueño, como creador y regidor, de todas las partes blancas del cuerpo, de la cabeza y de los pensamientos.
   Creó todo cuanto hay blanco en el ser humano: los senos, la dentadura, las palmas de las manos y es amigo de la paz, la armonía y la recta conducta.
En ese mágico mundo del sincretismo religioso cultural, Obbatalá armoniza en la memoria histórica de la isla con la Virgen de la Merced, de ahí que la iglesia habanera de la virgen esté perennemente visitada por los iyawó que recién se consagran.
   Obbatalá también es parte de Cuba, como lo son Benny Moré y Oshún, Fernando Ortiz y  Changó, Polo Montañez y Oggún, Carlos J. Finlay y Babalú Ayé. Todos son uno en esa maravillosa y mística mezcla que enaltece a una isla que sonríe a perpetuidad.
   Este 24 de septiembre, Cuba amanecerá con sol brillante, y en muchos, muchos hogares de la isla se sentirán los agogos sonando y se repetirá con orgullo…!Jekua Babá!

“Obbatalá, obataisa, obatayano, osha birini walano, kati okuma ye, dende laború, dende laboya, dende la bosheshe, atike lerí, kekua lami eché”.

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