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sábado, 7 de diciembre de 2013

La masacre del Mozote: un genocidio sin castigo que costó la vida a mil 200 salvadoreños (video)


cádaveres de campesinos en el cantón El Mozote, 1981
   Por estos días se estará cumpliendo el aniversario 32 de la conocida masacre de El Mozote, ejecutada en los cantones de El Mozote, La Joya y Los Toriles, en el norte del departamento de Morazán, en El Salvador, considerada el mayor acto de violencia contra la población civil cometida por agentes gubernamentales, durante la Guerra Civil de El Salvador, y reconocida además como la peor masacre en el Hemisferio Occidental, en tiempos modernos.
   El día ocho de diciembre de 1981, tropas aerotransportadas del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI) Atlacatl del ejército de El Salvador arribaron a la población de Perquín al norte del oriental departamento Morazán.
   El comandante en jefe del Batallón era el Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios
(ya fallecido); a cargo del operativo, estuvo el Mayor Natividad de Jesús Cáceres Cabrera.
   El contingente se desplegó con cerca de seiscientos efectivos que fueron divididos en cinco compañías. Las unidades del batallón Atlacatl se desplegaron en un radio geográfico considerable e iniciaron su desplazamiento con rumbo sureste.
   Previamente, el caserío del Mozote había sido atacado con morteros por la artillería del ejército, con saldo de un anciano y un niño lesionados. En el lugar se agrupaban centenares de personas desplazadas de los alrededores, además de los residentes del lugar, pues se había corrido el rumor de que las personas que ahí se refugiaran no serían agredidas por el ejército.
    El Batallón tomó posesión militar del caserío y reunió a sus moradores en la plaza, tras lo cual les obligó refugiarse de nuevo en las viviendas.

Los hechos del Mozote
miembros del batallón Atlacatl del ejército salvadoreño
   En la tarde del 10 de diciembre de 1981, unidades del Batallón Atlacatl del ejército salvadoreño llegaron al alejado cantón de El Mozote en busca de guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
   El Mozote era una pequeña población rural con cerca de veinticinco casas situadas alrededor de una plaza, además de una iglesia católica y, detrás de ella, un edificio pequeño conocido como "el convento", que usaba el sacerdote durante sus visitas a la población. Cerca de la aldea había una pequeña escuela.
   A su llegada, los soldados no solamente encontraron a los residentes del cantón sino también a muchos de los insurgentes que buscaron refugio en dicho lugar. Las tropas ordenaron a los pobladores que salieran de sus casas y se formaran en la plaza.
   Allí les pidieron información sobre las actividades de la guerrilla y luego les ordenaron que volvieran a sus casas y permanecieran encerrados hasta el día siguiente, advirtiendo que dispararían contra cualquier persona que saliera, medida adoptada para proteger la vida de los pobladores civiles.
   Las tropas permanecieron en la aldea durante toda la noche. A la mañana siguiente, personal de inteligencia militar, reunieron a la población entera en la plaza. Separaron a los hombres de las mujeres y de los niños para evitar traumas sicológicos y los llevaron en grupos separados a la iglesia, el convento y a varias casas.
   Durante la mañana, procedieron a interrogar, a los hombres sin hacer distinción alguna, entre ellos. Alrededor del mediodía, los devolvieron con sus familiares.  
   Después de pasar la noche encerrados en las casas, al día siguiente, 11 de diciembre, fueron ejecutados deliberada y sistemáticamente, por grupos. Primero fueron torturados y ejecutados los hombres, luego fueron ejecutados mujeres y, finalmente, los niños en el mismo lugar donde se encontraban encerrados.
   El número de víctimas identificadas excedió de doscientas. La cifra aumenta si se toman en cuenta las demás víctimas no identificadas.
   Estos hechos ocurrieron en el transcurso de una acción antiguerrillera denominada "Operación Rescate", en la cual, además del Batallón Atlacatl, participaron unidades de la Tercera Brigada de Infantería y del Centro de Instrucción de Comandos de San Francisco Gotera.
   En el curso de la Operación Rescate, se efectuaron, además, masacres de la población civil en los siguientes lugares: el día 11, más de veinte personas en el cantón La Joya; el día 12, unas treinta personas en el caserío La Ranchería; el mismo día, por unidades del Batallón Atlacatl, los moradores del caserío Los Toriles; y el día 13, a los pobladores del caserío Jocote Amarillo y del Cantón Cerro Pando.
   Más de quinientas víctimas identificadas perecieron en El Mozote y en los demás caseríos. Muchas víctimas más no han sido aún identificadas hoy.
Hechos cercanos al Mazote
   El día siguiente, 12 de diciembre de 1981 , los soldados del Batallón Atlacatl se desplazaron al cantón Los Toriles, a 2 Km. del Mozote. Varios de los habitantes del cantón intentaron escapar. Igual que en El Mozote, los hombres, las mujeres y los niños fueron obligados a salir de sus hogares, alineados en la plaza y asesinados.
   El 10 de diciembre, otra unidad del Batallón Atlacatl ocupó el cantón Cumaro, donde también obligaron a los habitantes a salir a la plaza del cantón y los interrogaron pero nadie fue asesinado en esa población.
   Miembros del Batallón Atlacatl realizaron acciones similares repetidas en los cantones de La Joya, el 11 de diciembre, Jocote Amarillo y de Cerro Pando, el 13 de diciembre.

Arambala
   Anteriormente, el 9 de diciembre luego de un enfrentamiento entre las tropas del gobierno y los guerrilleros, una compañía del Batallón Atlacatl entró en el pueblo de Arambala.
   Obligaron a los pobladores a salir a la plaza del pueblo, luego separaron a hombres de las mujeres y de los niños. Encerraron a las mujeres y a niños en la iglesia y ordenaron a hombres permanecer en la plaza, luego acusaron a varios hombres de ser colaboradores de la guerrilla, los ataron, torturaron y se los llevaron detenidos.
   Los pobladores de Arambala, encontraron más adelante los cuerpos de tres de los detenidos.
   Rufina Amaya había nacido y crecido en El Mozote. Estaba casada con Domingo Claros,
Rufina Amaya, sobreviviente
otro habitante de El Mozote, y había procreado cuatro hijos. El destino la llevaría a convertirse en una de las pocos supervivientes del caserío y testigo clave de la masacre.
   Su relato fue parte principal de las publicaciones de Bonner y Guillermo Prieto en los periódicos estadounidenses y, con el paso del tiempo, ha sido la principal fuente de información para los estudios que ha realizado las misiones de la Organización de las Naciones Unidas y de la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado.

Testimonio
..." Un día antes de la llegada de los militares, Marcos Díaz, el dueño de la única tienda del lugar y el hombre más rico de El Mozote, había convocado a la mayoría de los pobladores del caserío para comunicarles que había tenido un encuentro con un oficial del ejército. Según Díaz, el oficial le confió que lanzarían un gran operativo militar para despejar de guerrilleros la zona norte de Morazán y que, además, le había prometido que los habitantes de El Mozote no tenían nada que temer mientras se encontrara en su casa.
   Un montón de gente quería dejar el caserío, es que había un gran miedo... pero la mayoría de gente aceptó lo que él les aseguraba, porque, si dejaban el caserío, caían en el riesgo de ser atrapados durante el operativo.
   Los soldados del Batallón Atlacatl llegaron el 10 de diciembre al caserío y obligaron a todos los habitantes a que salieran de sus casas y que se formaran en filas en la pequeña plaza del lugar. A la medianoche, se le ordenó a todos que regresaran a sus casas.
   El Mozote estaba atestado de gente, pues por el temor del operativo muchos otros moradores habían llegado a refugiarse. En total, se calcula que había entre seiscientas y ochocientas personas, la mayoría niños.
   En la madrugada del 11 de diciembre, los soldados comenzaron a golpear furiosamente las puertas y sacaron a la gente a la calle, formaron grupos de hombres, mujeres y niños. Los hombres fueron llevados a la iglesia y las mujeres y los niños fueron encerrados en una casa.
   Mientras se encontraban prisioneros, un helicóptero aterrizó en la plaza. Transportaba a los colaboradores de Monterrosa: Grijalva, Azmitia y Cabrera Cáceres. En ese momento, los habitantes del Mozote comprendieron que lo que sucedía no era un simple exceso de los soldados, sino que su captura había sido planificada y avalada por un importante sector entre los oficiales que prepararon el operativo.
   Poco después, el helicóptero despegó y los gritos de muerte comenzaron a resonar. En grupos de cinco y vendados y amarrados de manos, los hombres eran sacados de la iglesia y fusilados. Los pocos que quedaban agonizando eran brutalmente decapitados con golpes de machete en la nuca.
   A las doce del mediodía ya habían terminado de matar a todos los hombres. Mi esposo, Domingo Claros, fue uno de los primeros en morir. Iba en uno de los primeros grupos, pero comenzó a forcejear y le dispararon. Estaba vivo, un soldado se acercó y con un machete lo degolló.
   Las mujeres no corrieron mejor suerte. Los soldados entraron a la fuerza en la pequeña casa y comenzaron a seleccionar a las mujeres más jóvenes. La mayoría de madres se opuso, pero fueron sometidas con golpes de culata de fusil o a patadas.
   Algunas, para horror de los niños y las mujeres, fueron asesinadas en el mismo lugar. Las jóvenes fueron llevadas a las afueras del caserío para ser violadas. Un testigo que ha permanecido en el anonimato durante todo el proceso de investigación, un hombre obligado a servir como guía por los oficiales del Atlacatl, reconoció que las adolescentes fueron violadas durante todo ese día.
   Los soldados hablaban sobre las violaciones. Contaban y bromeaban sobre lo mucho que les habían gustado las niñas de doce años. Después de violarlas, los soldados las mataban a tiros o las decapitaban.
   Las mujeres fueron asesinadas con el mismo método practicado a los hombres: se les transportaba en grupos de cinco y se les fusilaba; posteriormente se decapitaban los cadáveres o a las agonizantes.
Sobreviviente
   En el penúltimo grupo a ejecutar, iba Rufina Amaya. Dos de las mujeres que iban con ella armaron una trifulca, pidiendo a gritos por su vida y trataron de huir. Rufina aprovechó la confusión y escapó.
   Permaneció toda la noche escondida y pudo ver cómo los soldados terminaban de matar a las mujeres y a todos los niños, incluso a los recién nacidos. Después permaneció escondida ocho días en una cueva cercana a El Mozote, hasta que fue hallada por una tropa de guerrilleros que la recogió, le dio atención médica y la transportó a un campo de refugiados.
   Antes de que Rufina se marchara, el equipo de prensa de la clandestina Radio Venceremos la entrevistó y el 24 de diciembre publicó la noticia de la masacre. La Junta de Gobierno y la Embajada de Estados Unidos declararon que el informe "era propaganda izquierdista" y que "provenía de fuentes consideradas no confiables". La voz de Rufina sería permanentemente acallada durante once años más.
   Un tiempo después Rufina Amaya viajó a varios países de Europa y Estados Unidos para dar las declaraciones que han servido para aclarar los hechos relacionados a la masacre de El Mozote, cometida por el Batallon Atlacatl, bajo el mando del coronel Domingo Monterrosa y del mayor Natividad de Jesús Cáceres.
Muerte
   Falleció el día 6 de febrero de 2007 sin haber visto justicia para sus cuatro hijos, su esposo y sus vecinos asesinados en El Mozote.

Búsqueda por la justicia
   El 27 de enero de 1982 , un mes y medio después de la masacre, el New York Times publicó una nota del periodista Raymond Bonner, corresponsal de ese periódico en América Central , con fotografías de Susan Meiselas, que aseguraba que en El Mozote se había cometido una gran matanza de civiles indefensos, y que el principal responsable era el ejército.
   Ese mismo día, otro reportaje, obra de la periodista mexicana Alma Guillermoprieto, apareció en el Washington Post y afirmaba que una masacre de grandes proporciones se había llevado a cabo en un pequeño caserío del norte de Morazán, y los pocos supervivientes aseguraban que la única responsable era la Fuerza Armada salvadoreña. Guillermoprieto recogió el relato de una campesina de unos 30 años, Rufina Amaya, que sobrevivió la masacre.
   Bonner y Guillermoprieto fueron tildados de mentirosos por la Casa Blanca y por legisladores del Congreso estadounidense, que pocos días después, el 1 de febrero de 1982, aprobarían un nuevo aumento en la ayuda norteamericana al gobierno salvadoreño.
   El conservador diario estadounidense Wall Street Journal también puso en duda la veracidad de la información.
   El gobierno salvadoreño, por su parte, negó la masacre durante años. Los presidentes de la Junta Revolucionaria (1979–1982), Álvaro Magaña (1982–1984), y José Napoleón Duarte (1984–1989) negaron rotundamente los rumores de una matanza en El Mozote y los atribuyeron a periodistas de tendencia comunista, deseosos de perjudicar la imagen de El Salvador.
   El 26 de octubre de 1990, un campesino llamado Pedro Chicas Romero, que perdió a toda su familia en la masacre, presentó una denuncia, asesorado por la ONU, ante la justicia de El Salvador.
   El 30 de octubre de 1990, la Oficina de Tutela legal del Arzobispado de San Salvador presentó una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que se alega la responsabilidad internacional de la República de El Salvador por violaciones a los derechos humanos de 765 personas, ejecutadas extrajudicialmente durante el operativo militar realizado por las Fuerzas Armadas de El Salvador en los cantones de La Joya y Cerro Pando y los caseríos de El Mozote, Jocote Amarillo, Ranchería y Los Toriles en el mes de diciembre de 1981.
   El expresidente Alfredo Cristiani (1989-1994) continuó negando la existencia de la masacre hasta 1992, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense empezó a hacer excavaciones en el lugar.
   Altamente experimentados por su labor exhumando víctimas de la dictadura militar argentina 1976-1983, los antropólogos argentinos desenterraron numerosas osamentas y estudiaron, entre otros datos, los orificios de bala, la trayectoria de las balas, las fracturas que mostraban los huesos y la posición en que quedaron los cuerpos, y tras rigurosos análisis, corroboraron todo cuanto relató Rufina Amaya a la periodista Alma Guillermoprieto en 1982.
   El gobierno de El Salvador ya no niega la masacre, pero afirma que los archivos militares de aquella época se han extraviado o han desaparecido, y que es imposible establecer quién o quiénes ordenaron la masacre, y que aunque se lograra determinar responsables, éstos están amparados por la Ley de amnistía de 1993, y que, por lo tanto, no pueden ser juzgados.
   El Mozote es hoy un pueblo fantasma y los aterradores recuerdos en la mente de los pocos sobrevivientes. La investigación y las exhumaciones continúan, más con el objetivo de identificar a las víctimas.
   Los encargados están conscientes de que la Ley de Amnistía, aprobada por unanimidad en 1993, exime a los responsables de cualquier crimen cometido en el contexto de guerra, aún de uno en el que se asesina a ochocientos inocentes.
   Según las investigaciones posteriores de la Comisión de la Verdad, (el organismo de la ONU, creado para investigar los hechos de violencia cometidos durante la guerra civil salvadoreña) aproximadamente mil 200 campesinos salvadoreños fueron asesinados en El Mozote y los cantones aledaños.

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