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martes, 9 de octubre de 2012

Alzamiento de "La Demajagua": Inicio de las Guerras de Independencia en Cuba

En el aniversario 144 de darse el grito de independencia en Cuba y el inicio de la Guerra de los Diez Años
El 10 de octubre de 1868, el hacendado Carlos Manuel de Céspedes, dio la libertad a su dotación de esclavos en el ingenio La Demajagua y convocó a iniciar la guerra de independencia de Cuba contra el coloniaje español.  Ese día los cubanos elevaron sus armas en “La Demajagua” al despertarle Céspedes con estas palabras: El soldado del deber no debe permitir, que la aurora lo sorprenda en su lecho. ¡El alba aparecía el 10 de octubre de 1868!.
Todos obedecieron, empuñaron sus armas, iba a comenzar la tragedia, iban a decir en alta voz y a sostener con sus vidas el ideal de la independencia. Se formó en el batey del ingenio el primer núcleo de héroes, a su frente Emilio Tamayo, enarbola la bandera que Cambula había confeccionado hora antes y Céspedes se adelanta y dice: ¡Soldado de la independencia! el sol que ves asomar por encima de la Sierra Maestra, viene a alumbrar con su gloria el primer día de la libertad de Cuba.
Ese día nombra Céspedes a Bartolomé Masó, segundo jefe de las fuerzas libertadoras, por considerarlo el más capaz para sustituirlo y llevar a cabo la ingente obra de la redención de la patria con todos sus arrestos, devoción y talento.
Todo el resto del día 10 lo emplearon los patriotas preparando sus armas y equipos, no faltando las exploraciones de aquellos alrededores. Céspedes y Masó dieron los últimos toques firmando primero el manifiesto donde sé hacia conocer al mundo la causa que impulsaba a los cubanos al levantarse en armas contra los españoles, proclamando la independencia de Cuba.
En la madrugada del 10 al 11 partieron de “La Demajagua” marchando al frente de ellos el 2do jefe de las fuerzas libertadoras Bartolomé Masó, pasando por San Francisco, El Rosario y San Luis acampando en Palmas Altas, donde Céspedes dio la libertad a los esclavos que le acompañaban.
A las cuatro de la tarde emprendieron de nuevo la marcha. A las cinco sonaron los primeros disparos en una escaramuza sin resultados haciendo alto en Caobita, a una legua de Yara.
Desde allí envió Céspedes dos oficiales con la orden de entrevistar al capitán del partido de Yara para que se rindiera a discreción, este que solo contaba con cuatro salvaguardias para su defensa respondió sometiéndose.
Céspedes y Masó, con su ejército de ciento veinte hombres, de los cuales solo 36 iban armados, marcharon inmediatamente sobre el pueblo con la intención de pernoctar allí.
Después de haber salido de Yara los dos oficiales parlamentarios entró una columna de regimiento de la corona, al mando del comandante Villares, pedida a Bayamo por el gobernador de Manzanillo, y lo que iba a ser el triunfo de las armas cubanas se convirtió en su primer desastre.
Los soldados en número de cien infantes y veinticinco hombres de caballería se atrincheraron sigilosamente en distintos lugares del pueblo, en los plazos que daban sobre la plaza.
A las ocho de la noche, perfectamente distribuidos las fuerzas revolucionarias y por cuatro puntos distintos entraron los cubanos al pueblo de Yara. Nada anormal se noto, pero cuando estaban reuniéndose en la plaza y se dio el grito de ¡Viva Cuba libre!, el enemigo oculto y en acecho desde el interior de las casas respondió con ciento treinta bocas de fuego sobre los patriotas.
Sorprendidos, retrocedieron en desorden y solo Céspedes, Masó, José. J. Garcés,  Ángel Maestre, Joaquín Tamayo y un pequeño número de valientes patriotas, sostuvieron el fuego, retirándose después sin ser perseguidos. Ángel Maestre que llevaba la bandera, era uno de la escolta, con Céspedes permanecieron en el lugar doce hombres y la bandera en mi poder, mas parece que alguno exclamó “todo se ha perdido” y Céspedes contestó en el acto:
“¡aún quedamos doce hombres, basta para hacer la independencia de Cuba! ”Aquel ejército de doce hombres, como los apóstoles que acompañaron y fueron suficientes al redentor del mundo, atravesaron a la luz de los relámpagos la inmensa sabana de Yara, acampando en Calabazan, poco distante de Jibacoa. Allí esperaron el amanecer y con este fueron llegando los dispersos por la emboscada, más decididos si cabe, como supervivientes del trágico principio.
Luis Marcano llega al campamento al frente de 300 hombres medianamente armados. Con este oportuno refuerzo el general en jefe, Céspedes y el teniente general Masó, acuerdan contramarchar inmediatamente sobre Yara, y al llegar sin emisarios con la intensión de atacarlos, se encontraron con que los españoles habían evacuado al pueblo, y se habían marchado en dirección a Manzanillo.
El día 12, en Calambrocio, en las cercanías de Yara, Bartolomé Masó renunció al cargo de segundo jefe de las fuerzas revolucionarias, aprovechando la oportunidad, de haberse incorporado el prestigioso oficial, de la reserva del ejército dominicano, Luis Marcano, que unía sus conocimientos y prestigios militares.
Masó sabía que con su determinación contrariaba a Céspedes, pero creyó mejor servir a Cuba teniendo al frente del ejército un militar de nombre Luis Marcano y dando el primer ejemplo de “todo por Cuba”. Las fuerzas revolucionarias entraron y permanecieron en Yara los días 13 y 14 aprovecharon para reorganizar y nutrir con elementos comprometidos que no habían podido hacerlo el día 10 y los predispuestos a favor de la causa que no pertenecían a la dotación de los alzados.

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