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jueves, 20 de noviembre de 2014

Millones de cubanos en la cabecera de la cama del médico Félix Báez Sarría



doctor Félix Báez Sarría, infectado de Ébola en Africa
No más se dio la noticia del contagio de nuestro médico en África, miles de mensajes llegaron desde todas partes
por Leticia Martínez Hernández/ periódico Granma

   No por esperado, dejó de impactar. Desde que se supo  que nuestros colaboradores estarían dando batalla contra el Ébola, justo en el centro de la epidemia, se despertó en todos el temor de que alguno pudiera enfermarse. Por eso cuando se publicó que el doctor Félix Báez Sarría se había contagiado, de un tirón Cuba entera se dispuso a acompañarlo.

   Entonces comenzaron a aparecer mensajes de aliento que sumaban miles en cada uno de los sitios web cubanos que replicó la noticia, como si en ellos viajara hasta Sierra Leona el mejor bálsamo, ese elaborado con dosis inmensas de amor. Con Félix y su familia está Cuba entera.

   Era imposible no conmoverse con el lector Rigoberto cuando en la página de Cubasí parecía gritar para que lo oyeran allá en Kerry Town: “¡Fuerza Félix, todo un pueblo está contigo, muchos de los que hoy te damos aliento, estuviéramos cumpliendo con el deber como lo estás haciendo tú si nos hubiera tocado, no te desanimes, ten presente lo alto que has puesto el nombre de Cuba, recuerda que tú también eres un héroe de la Patria!”.

   O con Jorge Luis en Cubadebate: “…tienes a 11 millones de cubanos en tu cabecera deseando que venzas al Ébola. Te veremos de nuevo en Cuba como un triunfador que eres…”

   Desde Suiza, Martín escribió en la página de Granma: “En mis pensamientos, estoy con él. ¡Qué valientes son estos hombres y mujeres! Un abrazo”. Y Jerez de la Frontera: “En estos hombres va el decoro de muchos otros, va la dignidad de todo un pueblo forjada en el fragor de cien años de lucha por nuestra verdadera independencia, va la más alta muestra de internacionalismo proletario de nuestra Revolución”.

   En Kerry Town, sus compañeros de misión también enviaron letras de apoyo para Félix. Así lo hizo saber Roberto Enrique en la web de nuestro diario: “…nos mantendremos firmes por ti, por Cuba y por la humanidad”.

   Y hubo quienes también aconsejaron: “Los demás colaboradores, por favor, cuídense y cumplan con todas las medidas de protección”, escribió Michelangelo. En tanto Vilma dejaba esta opinión: “Hermanos, no pueden tener el menor descuido, deben ser en extremo cautelosos… Cuidense por ustedes, por su familia y por este pueblo que vive pendiente del trabajo que realizan y orgulloso de poder mostrar al mundo el mayor gesto de modestia y altruismo en muchos años... Estamos todo el tiempo con ustedes y los queremos vivos de retorno... La Patria los contempla orgullosa”.

   Mientras, Osvaldo Victores se apertrechaba de optimismos: “Si es cubano se nos salva, para eso hemos resistido y pasado las mil y una noches”. Y Uno del Piquete, como se nombra en Internet, decía: “Fuerza hermano que nosotros los cubanos tenemos un gran historial de invencibilidad, te esperamos aquí con los brazos abiertos”.

   Ante tanto amor, el hijo de Félix daba gracias también en la página web de Cubasí: “Me llamo Alejandro. Quiero agradecer a todos aquellos que de una forma u otra animan y dan esperanzas a nuestra familia y mi padre. Quiero reconocer también a las autoridades de la salud que hicieron posible que mi papá comenzara a recibir atención médica tan pronto y lo trasladaran a Ginebra para ser atendido con todos los medios. Yo sé que todo saldrá bien y en unos meses esto será solo una historia para contar. Por otro lado, ánimo a los que aún están allá cumpliendo con su hermosa labor a pesar del riesgo que implica y les agradezco por cuidar de mi papá mientras yo no estoy, todas nuestras esperanzas están con ustedes… Papá sé fuerte todo va a estar bien, aquí está toda Cuba esperando por ti”.

   Así se vestía de ánimos el pesar de Félix. Así un país entero se ponía en vilo por uno de sus hijos, en medio de un día demasiado gris para nuestra habitual luz. Quizá allí, en el Hospital Universitario de Ginebra adonde lo llevan para sanarlo con los mejores métodos del mundo, alguien pueda leerle la infinidad de mensajes armados de afectos. En­tonces comprenderá en toda su magnitud, como lo dijo el lector, que millones de cubanos estamos en la cabecera de su cama.

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