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lunes, 25 de agosto de 2014

“La voz no me alcanza para darlo todo”, dice la cantante cubana Ivette Cepeda



cantante cubana Ivette Cepeda
Por Francisnet Díaz Rondón      
   
   Terminado el vibrante concierto que ofreció en el teatro La Caridad -en la ciudad de Santa Clara-, el pasado domingo 17 de agosto, tuve la oportunidad de intercambiar con la cantante Ivette Cepeda, una de las intérpretes más sobresalientes en la actualidad musical de la Isla.
   Algunos admiradores casi no la dejaban llegar al camerino, pero ella, con total sencillez, los complacía con fotos y autógrafos. “¿Te gustó el concierto?”, le preguntaba a cada uno, y ellos contestaban satisfechos y agradecidos por haberles regalado su bella voz.
   Luego de retocar el maquillaje con la ayuda de Manolito, su estilista, Ivette se preparó para la entrevista. Sonreía serena, sin poses ni aires de diva, sino como una cubana más que se dedicó a cantar.
   Las expectativas de sus presentaciones en Villa Clara fueron sobrecumplidas. La huella que dejó en las ciudades Sagua la Grande, Remedios, Camajuaní y Placetas resultó profunda. Aunque ya había pisado tierra villaclareña hace unas cuatro décadas como artista aficionada de la FEEM (Federación Estudiantil de la Enseñanza Media), en esta ocasión llegó por primera vez como profesional.
   No aparenta tener 50 años ni le apena decirlo. De su cuerpo emerge cierta energía que la hace joven y atractiva. Gracias al proyecto Música sin Par, la antigua maestra llegó a nuestra provincia para suerte del público que la admira y ama:

—Ivette, usted empezó su carrera artística en cabaret como el Parisienne, del Teatro Nacional, y otros. ¿Qué le aportó esa experiencia a su carrera musical?

—Yo trabajé en varias producciones en cabarés, dentro y fuera de Cuba. Te diría que
cuando empecé le tenía terror a los micrófonos. Llevaba muchos años cantando al lado del público, por las mesas, lo mismo en un lobby bar, un piano bar, una parrillada que una piscina. Estaba acostumbrada a cantar a pecho, como dice la gente. Además, era muy tímida cuando me paraba en un escenario.
   Le agradezco al cabaré perder el miedo escénico, aprender a bailar en una coreografía, no ser el centro y serlo cuando te lo marcan. Es decir, condicionar un poco el protagonismo, porque no estoy sola en escena, cada uno de los músicos que trabajan conmigo es tan importante como yo. Igual me proporcionó la oportunidad, como mujer y artista, de cantar temas trascendentes, y ponerme todos los brillos y lentejuelas que ya no me voy a poner más en toda mi vida.
   Hoy, mira, tengo un brillito (se toca el tirante de brillos del vestido), y mi estilista me decía: ''Hace años que no te ponías un brillito ni jugando''. Y es que trato de que el todo sea la música, la canción, la emoción..., ese tipo de cosas es lo que más me importa hacer en el escenario».

¿Tiene otros familiares artistas?
—En mi familia hay un músico importante, Electo Silva, primo de mi abuela. Él no me quiere mucho (ríe), porque yo nunca he estudiado música, y dice que qué es eso de ser cantante y no estudiar ni leer música, qué relajo es ese, y eso con él no va.

Entonces, ¿es totalmente empírica?
—Sí. Yo no me decidí por esta carrera en el momento en que pude haberlo hecho. Dos veces tuve la oportunidad de escoger la música, pero me incliné por el magisterio.

¿Les cantaba a los alumnos?
—Mucho. Y los ponía a cantar a todos ellos. Cuando era profesora, no cantaba, fíjate, pero sí siempre preparaba dúos, solistas, coros, aquí y allá... Un día mis alumnos me escucharon cantar y exclamaron: «¡Profe, usted canta!» (ríe). Pero yo no cantaba.

¿Cuándo decidió tomar otro camino fuera del magisterio?
—Por los años 91 o 92.

Los años duros del período especial...
—Sí, tengo que decirlo, no me da pena confesarlo. En un momento determinado dejé de dar clases, lo cual hice por 17 años. Creo que fui buena maestra, por lo menos estoy consciente de que durante ese tiempo nada en mi vida fue tan importante. Ojalá, lo he dicho algunas veces, yo lograra al cantar sentir la satisfacción que sentía dando clases. Esa etapa de mi vida fue trascendental. Y doy muchas gracias a Dios por haber tenido la oportunidad de haber sido maestra cuando quise serlo. ¡Me entregué tanto!
   Empecé como maestra primaria y luego de profesora de Matemática en el Pedagógico; daba clases en las filiales adonde nadie iba. Era pleno período especial, y eso me llevó a sentirme muy agotaba, muy cansada».


¿Quién le sugirió seguir otro camino?
—No, no, yo dejé de dar clases por mí misma. Empecé a hacer pizzas, croquetas, cualquier cosa. Pero nunca pensé en cantar como una opción.

¿Y cómo llegó el cabaret?
—¡Ah!, por el año 94, un amigo me llamó para que lo acompañara. Era profesor de Música, como yo de Matemática, y a veces me iba para las descarguitas a la cátedra de Música. Me dijo: «¡Ay!, chica, si tú me pudieras acompañar. Tengo una opción de trabajo y mi cantante me falló. Sé que si tú me acompañas lo vas a hacer bien». Me enseñó cuatro o cinco temas, no me sabía ninguna canción. Después, me enamoré de la música. Era tan tímida y con tanto miedo escénico, que nunca pensé pararme en un teatro. Cuando aficionada, a veces no había cantado y ya estaba ronca por el temor.
   Eso se me quitó poquito a poquito. Me fui enamorando de esta carrera, que es muy sacrificada, aunque te da mucha satisfacción con el público que pasa un momento feliz. Mira, yo no soy la mejor del mundo y tendré miles de defectos como cantante, pero me alegra ver que la gente en compañía nuestra pasa un rato agradable. Así lo siento».

¿Cómo valora la música cubana actual? ¿La ve en peligro?
—No tengo ánimo de criticar. Me alegra que haya jóvenes con talento, que tengan oportunidades. Pero me gustaría que también estuviera esa otra parte, que vaya cerrando el cuadro y haya un nivel de exigencia. La música cubana es un valor de este país, que trascendió por lo menos cinco décadas en la meca de lo más importante a nivel mundial. Sin embargo, hoy hay cosas que prefiero no escuchar. Espero que el tiempo se las lleve pronto.
   Mira, yo tengo una esperanza. Mi hijo, que tiene 13 años, me habla de algunas cosas que yo soy capaz de apreciar en la música, y lo guío. Ya los jóvenes van teniendo un sentido crítico, y ellos, que pudieran ser los afectados al estar directamente vinculados con esas corrientes musicales, las dejarán atrás porque la educación y la influencia del resto del medio los llevarán a elegir mejor.
   Ojalá sigan los nuevos proyectos, y los jóvenes se impongan en la música con mejores resultados. ¿Sabes qué?, ese choque de criterios que hay va a llevar a superarse a aquellos que ahora hacen obras sin calidad. Porque talento existe..., y sabrosura».

¿Qué novedades tendrá el próximo disco de canciones hechas para Ivette Cepeda?
—Ese disco incluye muchas canciones interesantes. Se titula País. De 12 temas, 10 son inéditos. Haré géneros que no acostumbro como guaguancó, conga, salsa... Traigo temas muy cotidianos, cercanos a la gente y a su vida diaria, a lo mucho que representa la música en la vida de un cubano, tanto dentro como fuera de Cuba. Ese país que llevas contigo adonde quiera que vas, definitiva o temporalmente, casi siempre nos lo llevamos en forma de música.
   La gente recuerda a su país a través de una llamada a sus familiares, una carta o un correo. Pero sé, porque lo he vivido, que cuando llega un sábado o un domingo en otra tierra, tú tienes algo que quieres ofrecer a los amigos. Aparte del arroz moro, el pollo frito o el cerdo que hagas —que a veces ni sabe igual—, lo que sigue teniendo el mismo sabor es la música.
   Las personas aprenden a bailar salsa contigo y conoce a los Van Van; descubres a otros músicos que no conocías cuando estabas en Cuba, pues aquí nunca supiste de ellos, porque no tenías esa nostalgia, esa sed que sientes cuando estás fuera de Cuba».

Música sin Par es un proyecto surgido en la provincia para llevar lo mejor de la música a los pueblos, y en el que usted fue incluida. ¿Qué opinión tiene al respecto?
—A mí parece que el proyecto de Música sin Par es excelente. Me siento superhonrada y superorgullosa de que me hayan incluido. Yo no creía que el trabajo que hago estaba tan valorado para ser convocada al lado de artistas importantes de este país. Y que esa música llegue a los pueblos más intrincados, donde me decían: «¡Ay, pero yo nunca pensé que te iba a ver aquí!». Eso me llena de orgullo, porque, ¿qué artista que le guste su trabajo no quiere ir a una provincia, un pueblo?
   Oye, canté en el medio de un parque y creo que nunca me había sentido tan satisfecha como persona, como en ese momento. Vi a todos los personajes de un pueblo, personas de todas las edades, mayores, niños pequeñitos. Eso me colmó de una felicidad tremenda. Me dije: ''Qué orgullosa estoy de mi trabajo''. La gente participando. No, no, ¡increíble! Si no estuviera cantando, nunca hubiese tenido esa satisfacción tan grande. Este proyecto de Música sin Par se corona con lo mejor, con la gloria, porque las personas asimilan las canciones».

¿Cómo se sintió con el público del teatro y con Villa Clara?
—Me voy malcriada cantidad. Me sentí tan feliz, porque el público cuando una sale, ya te recibe con un aplauso... Me voy feliz, satisfecha como persona. Creo que en esta provincia la gente tiene el corazón más grande que a lo que una está acostumbrada a ver por ahí. Es un público que se crece, me impulsa, me motiva, me roba... Siento que la voz no me alcanza para darlo todo.

Tomado del sitio digital del periódico Vanguardia

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