Al
conmemorarse 116 años de la intervención militar estadounidense en Puerto Rico,
es necesario reflexionar y recordar que aquello fue una invasión que condujo a
una ocupación militar que se ha extendido hasta nuestros días.
La política de Estados Unidos hacia la Isla ha
sido de tipo colonial y de dominación y Puerto Rico es un pueblo con identidad
cultural, con sus propios valores y su propia historia. El reclamo histórico
por la autodeterminación y la independencia.
A muchos puertorriqueños, por años, se les
pidió que no hablaran de la invasión sino de “la llegada” de Estados Unidos,
para que no resultara incómodo a las personas”. Pero la realidad es solo una:
la Isla del Encanto aún lleva clavada en sus entrañas la garra del coloniaje imperialista
de Estados Unidos.
Cuba la
Isla infinita reproduce este trabajo, publicado en 2008 en el sitio digital SinMordazas (desahogo boricua)
El 25 de julio de 1898, fecha en que toda la
nación española conmemoraba el día de su patrono nacional, el apóstol Santiago,
las tropas estadounidenses al mando del General Nelson A. Miles (el asesino de
indios) invadieron a Puerto Rico por la bahía de Guánica, al sur de la Isla.
Fue el comienzo de una campaña militar que
85 días más tarde culminaría con la salida del último Gobernador de España en
la Isla. Así concluyeron casi cuatro siglos de coloniaje español y comenzó el
dominio de Estados Unidos sobre Puerto Rico.
El
contexto histórico
El hecho de la invasión de 1898 se da en el
contexto de la Guerra Hispano-cubano- estadounidense (conocida como
Hispanoamericana), que había dado inicio el 19 de abril,
dos meses después de
la explosión del buque de guerra Maine en la bahía de la Habana.
A pesar de que España reiteró no tener culpa
del siniestro (lo cual se demostró posteriormente), fue la excusa que buscaba
el gobierno de Estados Unidos para sacar a España del Caribe y establecer las
bases necesarias para sus planes imperiales.
De acuerdo al historiador Ivan Musicant en
su libro Empire by Default, la guerra contra
España se planificó desde 1895 en
el Naval War College de Estados Unidos (poco después de comenzar la guerra de
independencia en Cuba).
Se habían elaborado tres opciones y se
escogió la de un ataque a Cuba y Puerto Rico para obligar a España a pelear
lejos de sus bases pero cerca de los Estados Unidos. Puerto Rico siempre se
incluyó en los planes a pesar de que la Isla no estaba en guerra contra España.
Esto contradice la versión del historiador
Carmelo Rosario Natal en su libro sobre esta guerra, a quien cita Francisco A.
Scarano en Puerto Rico, Cinco siglos de historia.
El pueblo estadounidense fue convencido de
que la guerra contra España era necesaria para liberar a Cuba mediante una
campaña de mentiras y exageraciones por parte de los dos principales periódicos
de entonces que pertenecían a Joseph Pulitzer y a William R. Hearst (el
personaje que Orson Wells recrea magistralmente en "Citizen Kane").
Es famosa la frase de Hearst, quien luego de
enviar a un fotógrafo a Cuba y recibir la noticia de que no había guerra en esa
isla le contestó: "Envíame las fotos y yo produciré la guerra". (104
años después la guerra de Irak fue producida gracias a la ayuda de la prensa
televisiva, en particular CNN y Fox News).
Pero la verdad fue que liberar a Cuba era
una mera excusa y la prueba es que las primeras operaciones navales de la
guerra fueron en Filipinas donde hubo la primera victoria para Estados Unidos
el 8 de mayo en Cavite.
castillo de San Cristobal |
Ese mismo día comenzó el bloqueo de San Juan
de Puerto Rico y el 10 de mayo el capitán puertorriqueño Ángel Rivero Méndez,
disparaba contra el buque Yale desde el fuerte San Cristóbal, según describe en
su Crónica de la Guerra Hispanoamericana, porque no quiso desplegar su bandera. El 12 de mayo ocurría el bombardeo de la
ciudad capital por parte del Almirante Sampson.
Hubo combates entre cruceros españoles y
estadounidenses a la vista de una multitud trepada en las murallas del Morro
(que Angel Rivero describe detalladamente en su Crónica, obra que recomiendo a
todos conseguir y leer). El 17 de julio España era derrotada en Santiago de
Cuba, el mismo día que se inauguraba el gobierno autonómico en Puerto Rico.
Cinco días después de esa derrota el
gobierno español inició los trámites para solicitar el Armisticio para terminar
la guerra pero los planes para invadir a Puerto Rico siguieron adelante.
Los preparativos
Semanas antes de la invasión, un espía fue
enviado a la Isla por órdenes del General
Nelson A. Miles, el Comandante en
Jefe del Ejército de los Estados Unidos. Se trató del teniente Henry Howard
Whitney quien tenía la encomienda de averiguar el lugar más adecuado para el
desembarco, la situación militar y el ánimo de los habitantes ante la posible
invasión.
Teniente Henry Howard Whitney |
Whitney logró pasar desapercibido mediante
varios disfraces y por su conocimiento del español. Así averiguó algo esencial
para el éxito del desembarco y fue que en la parte sur de la Isla había un
sentimiento antiespañol muy fuerte.
Esto se explica porque la persecución de los
autonomistas y los castigos del Componte, concentrados en esa zona, había
ocurrido tan sólo once años antes. Whitney se hizo pasar por pescador y llegó
hasta Guánica donde pudo constatar inclusive la profundidad de las aguas en la
bahía.
A su regreso el espía hizo un relato de sus
averiguaciones ante el Presidente McKinley, el Secretario de Guerra Alger y el
propio Miles. Sin embargo, ya el alto mando del ejército había decidido que el
lugar de desembarco iba a ser por Fajardo, en la parte oriental de la Isla.
El 21 de julio Miles sale para Puerto Rico a
bordo del vapor Yale. En medio de la travesía, de acuerdo al relato de Rivero,
le envió un mensaje al Capitán Higginson, Comandante de la Marina a bordo del
Massachusetts. Le indicaba que debería cambiar la ruta establecida para ir por
el sur en lugar del este pues era ya un secreto a voces que iba a ser por
Fajardo. Higginson se niega pero Miles insiste y llega al punto de ofrecerle a
Whitney para que lo guíe.
Finalmente el espía pasa con sus planos al
Massachusetts y la flota tomó por el canal de la Mona llegando a la bahía de
Guánica la madrugada del 25 de julio de 1898.
El General Nelson Miles le hace caso al
espía Whitney y logra que la invasión se haga por Guánica y no por
Fajardo. Luego de izar la primera
bandera estadounidense en Puerto Rico, le envía un mensaje al Secretario de la
Guerra en el que le dice que se tomó el puerto “felizmente”, encontraron “débil
resistencia” y no hubo bajas.
Al menos menciona que hubo resistencia que
según Ángel Rivero en su Crónica consistió de “once guerrilleros de caballería”
al mando del Teniente Méndez quienes dispararon a los soldados estadounidenses
cuando arriaron la bandera española pero luego corrieron fuera del pueblo
cuando les cañonearon desde el Gloucester y los marinos desembarcados les
dispararon con rifles. Fue la primera sorpresa para esos pobres soldados
españoles que empezaron a ver la diferencia entre ellos y los invasores.
Para conocer en detalle lo ocurrido antes,
durante y después de la invasión por Guánica el 25 de julio de 1898, nuestra
mejor fuente es la Crónica de Ángel Rivero, el capitán boricua que fue asignado
al Fuerte San Cristóbal seguramente cuando ya las autoridades conocían lo de la
explosión del Maine en La Habana y esperaban la guerra en cualquier
momento.
Lo más valioso del libro, por ser la
verdadera crónica, es el Diario que por suerte no descartó sino que publicó
como Apéndice del libro. Son anotaciones
cortas de lo que ocurría a su alrededor y de todo lo que se entera a partir de
marzo de 1898.
Por tanto son valiosísimas para permitir
ubicarnos en ese momento tan dramático y entender el cambio de actitud en la
población que fue del patriotismo exaltado y vociferante al “embriscamiento”
(palabra que significaba huída) o a la observación silenciosa.
Así vemos que según empiezan a circular
rumores de posible guerra, impresiona la lealtad a España y el entusiasmo
general. Se forman variados grupos de
voluntarios que abarcan todas las clases sociales y todos los pueblos desde las
guerrillas hasta los macheteros (obreros y campesinos) pasando por el batallón
de “Tiradores de Puerto Rico” donde jovencitos de clase alta se alistaban.
El Gobierno mantiene ese entusiasmo
publicando noticias falsas en el periódico oficial, La Gaceta. Algunas son
hasta risibles, como la de que la escuadra española había derrotado a “los
yankis” en Filipinas cuando había sido todo lo contrario.
A la misma vez que se entera el pueblo a
principios de mayo de la verdad, aparece al norte de San Juan un buque de vapor
de tres chimeneas sin llevar bandera. Los sanjuaneros lo veían cada día y lo
bautizaron como el “buque fantasma”.
Rivera le dispara un cañonazo para que
muestre su bandera y al amanecer del 12 de mayo comienza el bombardeo a la
ciudad capital que dura tres horas. Luego de eso comienza el éxodo de los
sanjuaneros, los llamados “embriscados” que se van en lo que encuentren o a pie
para Río Piedras y en botes de vela para Cataño.
Pero al ver el pueblo retirarse al enemigo
sin intentar tomar la ciudad, se da por sentado que han derrotado a los yankis
y hay una euforia enorme en la población (que vuelve a la ciudad) y la prensa
–aun la antiespañola- publica artículos patrióticos y hasta una décima titulada
Doce de mayo (la ven en la p. 546 de la Crónica).
El ánimo se torna eufórico al ver llegar al
torpedero Terror, que se espera que elimine los buques que quedan bloqueando el
puerto de San Juan. Pero el 22 de junio
Rivero anota en su Diario que ha tenido lugar un combate entre uno de los
cruceros americanos, el St. Paul y el Terror frente a una multitud de curiosos
en las murallas.
Dice que “ha causado mucho malestar y todas
las esperanzas depositadas en el Terror se han desvanecido”. Lo mismo ocurre
con el Antonio López que es atacado y se incendia también ante los ojos
horrorizados de los habitantes de la capital y sus mandatarios.
En esas batallas un mes antes de la invasión
por Guánica, las embarcaciones españolas en las que cifraban sus esperanzas
fueron destruidas a la vista de los sanjuaneros.
Rivero es bien crítico de la forma en que
actuaron los mandatarios españoles durante todo el conflicto, empezando por el
Capitán General Manuel Macías y en especial el jefe de Estado Mayor que era el
coronel Camó. Al único que destaca y admira es al general Ricardo Ortega.
Pero a Ortega le tenían "casi recluido
en San Cristóbal y tratado como un loco peligroso, porque había dado en la
manía de soñar con días de gloria para su Patria y para su Ejército".
Dice que una vez se enteran en San Juan de
que los yankis han invadido por Guánica, Ortega va a Fortaleza con un plan de
ataque a las tropas invasoras pero el coronel Camó se lo rechaza. Lo que describe Rivero que pasó a partir de
ese momento da pena y coraje.
Por no admitir que ya se estaba negociando
un protocolo de paz (seguramente por mandato de la Corona) arriesgaron vidas y
reputaciones. Lo que sorprende es que
hubiera oficiales y soldados que estuvieran dispuestos a luchar como lo
hicieron y Rivero se ocupa de describir en detalle sus valientes ejecutorias.
Una de las víctimas de las decisiones
incomprensibles y desacertadas de Macías fue el
jefe del batallón Patria que
quería enfrentarse a los invasores a las afueras de Guánica.
Batallón Patria |
El coronel Francisco Puig pidió órdenes de
atacar y lo que recibió por respuesta fue un telegrama con órdenes de retirarse
por Adjuntas hacia Arecibo. A
regañadientes Puig obedeció y procedió a la retirada atravesando montes bajo
lluvia, teniendo que dejar la mayor parte de la carga que llevaban y llegando
exhaustos.
Para su sorpresa, le esperaba un telegrama
del coronel Camó exigiéndole que se presentara para explicar "su marcha
desastrosa". Puig se da cuenta de que lo van a procesar y se vistió de
uniforme, agarró su sable y se fue va a una playa de Arecibo y frente al mar se
pegó un tiro.
Lo que
ocurrió en Ponce
En la llamada capital criolla del sur de la
Isla, Macías por poco provoca que la bombardeen. Cuando se le dio aviso de que había tres
buques con los cañones apuntados hacia el poblado de Ponce, Macías contesta
(desde la comodidad de su despacho en Fortaleza) que deben resistir.
Los que asumen control son los cónsules en
Ponce, particularmente el vicecónsul de Inglaterra, Fernando M. Toro, quien
luego de varias entrevistas con los invasores consigue que les den una prórroga
para negociar la rendición. Toro acuerda con los otros cónsules que deben
insistirle a Macías que la resistencia es inútil.
Entretanto el coronel a cargo, Leopoldo San
Martín, le comunica a Macías que solamente tiene 3 compañías de Patria y
algunos voluntarios y guerrilleros a lo cual le contesta el gobernador “Cumpla
usted con su deber”. Y a los cónsules
les contesta que “no tengo autorización para parlamentar con los americanos. Lamento,
como amante de Puerto Rico, los destrozos que el enemigo puede hacer en una
guerra que nosotros no hemos buscado. Ponce y todo el territorio será defendido
por cuantos medios tenga a mi alcance”. Palabras ofensivas por lo falsas que
tienen que haber sido para complacer a los del Gobierno en Madrid.
Pero en Ponce la reacción del pueblo al
enterarse fue querer atacar a las tropas españolas para impedir el
bombardeo. Finalmente Macías le escribe
a San Martín que “si usted cree que toda defensa es imposible, evacue la plaza
en mejor orden”.
El cónsul Toro entonces negocia la
capitulación con el general Davis en su buque pero al regresar al poblado se
entera de que Macías ha anulado lo anterior, destituído a San Martín (a quien
toman prisionero al llegar a Aibonito) y nombrado a un tal Julián Alonso con
órdenes de “resistir a todo trance”.
Los cónsules obtienen nueva prórroga de
Davis y envían un telegrama caliente a Macías.
El Gobernador entonces contesta echando la culpa al pobre San Martín y
aceptando la evacuación de la plaza.
Finalmente el 28 de julio desembarcaron las
tropas estadounidenses en Ponce y se izó la bandera en la capitanía y más tarde
en la Casa Ayuntamiento. El General
Miles reunió esa tarde en el Hotel Francés a las autoridades, emitió la famosa
Proclama y regresó a su barco.
Coamo y
Asomante
Un grupo de oficiales españoles se negó a rendirse
en Ponce y siguieron hasta Aibonito permaneciendo en las trincheras del
Asomante donde participaron del combate que allí tuvo lugar el 12 de agosto.
Otro grupo siguió hasta Coamo en donde hubo
un combate en el que murieron el coronel Illescas y el capitán Frutos
López. De allí un grupo de oficiales y
soldados huyó sin aceptar rendirse y también se refugió en el Asomante.
Rivero en su Crónica revela que Asomante en
Aibonito fue escogido como lugar para cerrar el paso a los invasores donde no
pudieran ser ayudados por su fuerza naval.
Sin embargo dice que “muy poco se hizo para aumentar su valor defensivo”
Con todo y eso, luego de una batalla los
invasores se tuvieron que retirar y los defensores quedaron a la espera hasta
que les vinieron con informes de que se había firmado un armisticio, les pedían
que dejaran las armas y se rindieran.
Los combatientes del Asomante, bajo el mando
del Capitán Ricardo Hernáiz, se negaron a rendirse porque Macías lo había
ordenado así. Pero ya la guerra había terminado y las tropas estadounidenses
recibieron estrictas órdenes de parte de Miles de retirarse.
De ahí en adelante se llevó a cabo la
ocupación por las fuerzas militares de Estados Unidos de cada uno de los 48
pueblos que quedaban bajo la bandera española. (Rivero publica la lista
completa con la fecha de posesión en la p. 689.) Finalmente el 18 de octubre de 1898 en el
Palacio de Santa Catalina (La Fortaleza) en San Juan se realizó la entrega
oficial de la ciudad capital y la Isla al izarse la bandera estadounidense y
tocarse el himno de los Estados Unidos.
Rivero aclara que la bandera española nunca
fue arriada oficialmente porque ya se habían ocupado días antes de colocarlas
en un cofre especial y enviarlas a España.
Irónicamente en ese momento histórico en que
se hacía oficial el traspaso de la isla de Puerto Rico y sus habitantes al
nuevo dueño, en la ceremonia estuvieron Luis Muñoz Rivera y los otros miembros
del legítimo Gobierno Autonómico de Puerto Rico como observadores de algo en lo
que no tuvieron nada que decir y no pudieron evitar.
Irónicamente también el que representó al
Gobierno de España en el traspaso de propiedades militares (a petición del
general Ricardo Ortega) fue un boricua: el Capitán Ángel Rivero Méndez.
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