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sábado, 11 de enero de 2014

Murió en Israel Ariel Sharon: el mundo se libra de un terrorista genocida

   El exprimer ministro Ariel Sharon, uno de los militares y políticos más laureados dentro de sus fronteras, y más odiado fuera de ellas, murió a los 85 años en el hospital de Tel Aviv donde permanecía ingresado desde 2006 en estado de coma tras un accidente cerebrovascular , informó el canal 1 de la televisión israelí.
   La salud de Sharón comenzó a deteriorarse hace dos meses y medio, y en los últimos días sufría una insuficiencia renal que afectó a varios de sus órganos vitales.
   Sharon deja un reguero de sangre tras su muerte, sin el que no se pueden entender capítulos cruciales de la historia de Israel y del genocidio del pueblo palestino.
   Probablemente hasta el propio Ariel Sharon sentió ofendido cuando el presidente norteamericano George W. Bush lo calificara de hombre de paz. La vida del Primer Ministro israelí, muy documentada por historiadores, investigadores, críticos y seguidores, lo reafirma como un halcón impenitente.

   Nacido en 1928 en la Palestina bajo mandato británico, su carrera de terrorista, como se diría ahora, comenzó desde las filas del Irgún, grupo armado clandestino. Luego participaría en la guerra árabe-israelí de 1948-49 que siguió a la creación del estado de Israel.
   En 1953 -como se puede confirmar en innumerables documentos que fácilmente se encuentran en internet-, recibió el mando de la Unidad Especial de Comandos 101, aprobaba por el premier Ben Gurion (uno de los miembros del Irgún), en la cual se distinguió, por primera vez, por la violencia contra los campos de refugiados palestinos.
   En agosto de ese año, según informe del Comandante de las tropas de las Naciones Unidas entonces en la zona, Sharon lanzó los soldados a su mando al asalto nocturno del campamento El-Burig, en el sur de Gaza, y lanzaron bombas a través de las ventanas de las barracas mientras todos dormían.
   Dos meses más tarde, Sharon llevaría a sus hombres a una nueva jornada de sangre, esta vez en el poblado de Qibya, en la ribera occidental (entonces anexada a Jordania). Un historiador israelí y un observador de la ONU describen la masacre: el poblado fue reducido a polvo, 45 casas voladas, 69 civiles muertos, las dos terceras partes mujeres y niños.
   El informe de la ONU concluye que los soldados de Sharon abrieron fuego contra las puertas para impedir que salieran (los cuerpos fueron encontrados acribillados contra la pared) y después lanzaron granadas contra las casas.
   El claro rastro de terror de Sharon puede seguirse durante su permanencia en el ejército regular israelí, donde una de las características que le reconocen es la crueldad, ya sea como comandante durante la invasión a Jordania en 1953; la Crisis de Suez, 1956; la Guerra de los Seis Días,1967, o la de 1973.
   En una recapitulación de las acciones del halcón, el periódico The London Independent recuerda una de las hazañas del para entonces general Sharon como jefe del Comando Sur israelí creado para “pacificar” la Franja de Gaza, precisamente después de la guerra del 67.
   En un barrio marginal de la ciudad de Gaza, Beach Camp, construido por las Naciones Unidas para refugiados palestinos de la guerra de 1948, luego del paso de las tropas de Sharon por la calle principal, ésta fue rebautizada Calle Destrucción, pues bajo sus órdenes cientos de chozas fueron destruidas y aplastadas por los bulldozers, quizás allí adquiriera uno de sus alias, precisamente El Bulldozer.
   Un anciano relató para el periódico británico que en la noche los soldados israelíes marcaron con pintura roja las casas que serían destruidas por la mañana. Trágica manera de reeditar la fiesta de la Pascua judía (Exodo 12). Beach Camp, desdichadamente, no sería una excepción.
   El General se decidiría después por la política, y fue uno de los fundadores del ultraderechista Partido Likud, que lo llevaría a un escaño en la Knesset, a ocupar varias carteras ministeriales y Presidente del Comité Ministerial para los Asentamientos, cargo desde el cual incitó a incrementarlos en los territorios ocupados, fundamentalmente alrededor de Jerusalén.
   Como Ministro de Defensa fue el cerebro de la invasión al Líbano en 1982. Denominada Paz para Galilea, costó la vida de 20 000 palestinos y libaneses. Aún más, es el momento de la masacre en los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, en las afueras de Beirut, entre el 16 y el 18 de septiembre. El Gobierno libanés contó 762 muertos (niños, mujeres, ancianos) y otros 1 200 fueron enterrados por sus familiares.
   El crimen y el escándalo internacional finalmente fueron tan resonantes que el Gobierno de Tel Aviv se vio obligado a dar curso a una investigación oficial. La Comisión Kahan (encabezada por el presidente del Tribunal Supremo israelí, Yitzhak Kahan) dictaminó en 1983 que Sharon fue “indirectamente” responsable por la masacre.
   Es ciertamente difícil pensar en Ariel Sharon como un hombre de paz y él mismo nunca se vio en ese papel. Algunos ejemplos de su record en el campo de la diplomacia. En 1979, como Ministro de Agricultura, votó contra el Tratado de Paz con Egipto; en 1985, entonces Ministro de Comercio e Industria, votó contra la salida de las tropas israelíes del sur de Líbano; en 1991, Ministro de Construcción y Vivienda, se opuso a la participación de Tel Aviv en la Conferencia de Paz de Madrid, y en 1993, como parlamentario, votó contra los Acuerdos de Oslo.
   No es todo. En 1998, como Ministro del Exterior, se negó a hablar o a estrechar la mano de Yasser Arafat durante las conversaciones para la búsqueda de la paz en Wye River, Estados Unidos.
   Cuando el premier Ehud Barak buscaba en el 2000 lograr algún acuerdo de paz con los palestinos, fue el momento en que Sharon decidió una provocadora visita a la parte este de Jerusalén, donde se encuentra la mezquita Al-Aqsa, un sitio controvertido, pues también es sagrado para los hebreos, el llamado Templo del Monte. Ese pacífico recorrido, muchos analistas consideran, fue el detonante de la segunda Intifada palestina.
   Las elecciones de febrero del 2001 llevaron a Ariel Sharon a la jefatura del Gobierno israelí, y desde allí puso rápidamente en práctica su política militar. Para abril, el ataque contra los territorios palestinos en la Franja de Gaza y Cisjordania, noticia de primera página desde entonces.
   Otra matanza tiene que ser registrada. Esta vez en el campamento de refugiados de Jenín, en Cisjordania, con toda la macabra similitud a Sabra y Shatila. Miles de muertos, más de 900 barracas destruidas, entre ocho y diez mil desaparecidos, según un, otro, informe, presentado en Ginebra por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Mary Robinson.
   El secretario general de la ONU, Kofi Annan, decidió el envío de una comisión investigadora encabezada por ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, e integrada, además, por Cornelio Sommaruga, ex presidente de la Comisión Internacional de la Cruz Roja, y Sadako Ogata, ex comisionada de la ONU para los Refugiados.
   El gabinete israelí, y su premier Ariel Sharon, decidieron extrañamente no cooperar con dicha investigación, y por lo tanto no permitirán la entrada de la misión de la ONU.

   Todo lo anterior es sólo parte de una violenta historia, que debe quedar en el recuerdo de la humanidad para no volverse a repetir, y que debe conocer la sociedad para que los medios de comunicación no nos engañen con las supuestas bondades de este líder sanguinario.

Tomado del sitio digital La República.es

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