miércoles, 22 de enero de 2014

Adiós Julito Hernández, Prensa Latina no te olvida

Julio Hernández Blanco
   No es fácil despedir a un amigo, a un colega. La Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina está triste porque acaba de perder a Julio Hernández Blanco, o simplemente Julito, uno de sus mejores y más fieles periodistas.
   Es mejor dejar que la voz la tome su colega José Dos Santos, quien lo conoció bien, por muchos años de andares en la prensa cubana.
   Cuba, la Isla Infinita se suma al dolor de Prensa Latina y como afirma Pepe, “no se concebirá la historia de la agencia sin su presencia, muchas veces silenciosa, pero siempre eficiente”.


Adiós a un narrador de historias
Por José Dos Santos

   Nos vimos hace unos pocos días en la calle, con su andar pausado, que enmascaraba dolencias que a otros hubieran sacado de circulación. Pero no a Julito, como todos le decíamos desde siempre, ocupara el cargo que fuera.
   Ahora que me entero de su repentina muerte me percato que es, en presente, alguien que ha resultado tan familiar en Prensa Latina que no se concebirá la historia de la agencia sin su presencia, muchas veces silenciosa, pero siempre eficiente.
   Lo conocí hace más de cuatro décadas, cuando yo aún era un aprendiz de redactor de cables, y él tenía ya una labor reconocida en Juventud Rebelde, con un importante aval académico que incluía el dominio de idiomas.

   Sus virtudes como redactor, reportero y profesional culto e inteligente se pusieron de manifiesto en muchas encomiendas de complejidad, entre ellas ser corresponsal en Argelia, Gran Bretaña y Francia en la década de los 70 y 80 (y, más cercana en el tiempo, China) y ocupar diversas responsabilidades de dirección en el área informativa y de publicaciones, entre las que recuerdo.
   Entre sus singularidades resaltaban su minuciosa memoria para los detalles –que enriquecían cualquiera de las muchas anécdotas que atesoraba y estaba presto a rememorar- y, al mismo tiempo, la sencillez con la que llevaba a sus interlocutores a sentirse partícipes de sus vivencias, llámense las conversaciones de paz en París, que dieron fin a la guerra en su querido Vietnam, o la descripción de platos típicos y exóticos de los lugares por los que dejó su huella como reportero y analista.
   De esa materia versó nuestra última conversación en el comedor de la Agencia, hace sólo una semana. Y nacía allí, entre unos pocos, la idea de recopilar en un libro narraciones sobre esa materia, al cual muchos podían contribuir a armar una amena lectura de interés cultural.
   Llevar a cabo esa iniciativa –dedicándosela a Julito- sería una buena manera de rendirle homenaje.
   Sobre él muchos podrán hoy dar testimonio de su agudeza política y perspicacia para develar entretelones de circunstancias históricas o contemporáneas. También podrán abundar sobre sus esfuerzos por sobreponerse a las adversidades de salud que mellaron su físico pero no su voluntad.
   Él fue de los fieles a Prensa Latina que no concebían su vida lejos de las redacciones o la mesa de editor o las otras divisiones del sistema que hoy integran el campo informativo.
   La más relevante de todas las recientes, a juicio de una de sus pupilas, fue el haber asumido la creación de la redacción de Internet cuando casi nadie sabía algo de ese fenómeno en continua expansión.
   Con tenacidad y autopreparación ejemplares, Julito sentó bases y organizó estructuras aún vigentes de lo que ya hoy debe ser orgullo del periodismo cubano, aunque no sea lo suficientemente reconocido en nuestro entorno inmediato.
   En ejemplos como ese deben inspirarse las jóvenes generaciones de profesionales, para los que el deber y la pasión por cumplir hasta el final los compromisos deben constituir su primera razón de ser, antes que dejar de ser periodistas revolucionarios, como lo fue Julio Hernández Blanco.

   Hasta siempre JHB.

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