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domingo, 28 de octubre de 2012

Pintores ingleses: Francis Bacon, aniversario 103 de su nacimiento

Retrato de Francis Bacon, obra de 
Reginald Grey en 1960.


El pintor anglo-irlandés Francis Bacon nació en Dublín, Irlanda, el 28 de octubre de 1909 y murió en Madrid, España, 28 de abril de 1992. Un artista plástico con un estilo muy personal que puede definirse como figuración expresionista.
Aunque nació en Dublín y toda su niñez transcurrió en Irlanda, se le suele considerar un pintor inglés debido a sus raíces familiares inglesas y a que desarrolló buena parte de su producción en Londres. Su padre entrenaba caballos de carreras en Dublín, pero debido a la Primera Guerra Mundial tuvo que mudarse con su familia a Londres en 1914.
Entre 1914 y 1925 la familia vivió entre Inglaterra e Irlanda. La infancia de Francis Bacon no fue fácil. Padecía de asma crónica y tuvo una formación escolar irregular porque la enfermedad le impedía acudir al colegio; cuando sufría ataques asmáticos fuertes le administraban morfina. Fue expulsado de casa por su padre cuando tenía 16 años, al manifestar sus inclinaciones homosexuales.
En 1926 comenzó a tomar lecciones de dibujo en la St Martin School of Arts de Londres. A partir de 1927 vive entre París y Berlín, donde comienza a trabajar como  decorador de interiores y es en esta etapa cuando empieza a pintar, no alcanzando el éxito con sus primeros cuadros.
Residió durante medio año cerca de Chantilly, alojado por una pianista y aficionada al arte que había conocido en una exposición en París. En esa época en Chantilly admiró el cuadro La masacre de los inocentes de Poussin, conservado en el Museo Condé sito en dicha localidad. Este cuadro le inspiraría múltiples obras.
Pero la influencia más importante que le lleva a pintar es una visita a una exposición de Picasso en París, la cual le impresiona y que será una influencia en su trabajo: «Aquellos pierrots, desnudos, paisajes y escenarios me impresionaron mucho, y después pensé que quizá yo también podría pintar».
Bacon decidió que el tema de sus pinturas sería la vida en la muerte: debía buscar a su yo más vital, pero también al más autodestructivo. Michel Leiris le sugirió que «el masoquismo, el sadismo y casi todos los vicios, en realidad, eran tan solo maneras de sentirse más humano».
En 1929 regresa a Londres, y de forma autodidacta comienza a pintar en óleo. No obstante no había logrado el reconocimiento, y cuando cumplió 35 años, por su carácter temperamental, destruyó casi todos sus cuadros.
Es hacia 1944 cuando finaliza el tríptico Tres estudios de figuras junto a una crucifixión (Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixion; Tate Modern de Londres), un cuadro que ganó la aceptación y fue recibido muy bien por la crítica, además de ser considerado como uno de los cuadros más originales en el arte del siglo XX.
A finales de los años 40 empezó a conformar su estilo más inconfundible. En 1949, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), compró una obra suya. También en este año comienza la serie de versiones sobre el Retrato de Inocencio X,  de  Velázquez (Palazzo Doria-Pamphili de Roma); hoy en día se conservan más de 40. Se cuenta que Bacon se guio por fotografías y que se negó a ver el cuadro original, aun teniendo ocasión de hacerlo; hay quien sospecha que tal afirmación era una broma y que sí contempló el original de Velázquez.
Francis Bacon realizó algunas de las pinturas más desgarradoras del arte contemporáneo (que Margaret Thatcher despreció como «asquerosos trozos de carne»), pero su carácter era tan atípico como poco dado a llamar la atención. En 1964 conoció a George Dyer, su amante por muchos años, de la manera más chocante: le sorprendió robando en su taller y (según relató el mismo artista) terminaron la noche acostándose juntos.
Su relación fue más bien tormentosa, si bien inspiró múltiples obras al artista, y Dyer terminó suicidándose con barbitúricos en 1971. Tres años después Bacon inició su relación más estable, con el joven John Edwards, quien heredaría sus bienes (valorados en 11 millones de libras).
Bacon llevaba una vida más bien solitaria y poco dada a escándalos. Vivió etapas de gran actividad sexual y tenía gustos e intereses inusuales, pero vestía de forma austera y seguía una rutina diaria más propia de un trabajador. Después de pintar, acudía a pubs a beber cerveza.
Curioso y desordenado, Bacon acumulaba en su taller innumerables recortes de prensa y fotografías de obras de arte antiguas, especialmente de Velázquez. También le interesaban las viejas películas de atletas saltando y corriendo, así como de aves y demás animales, pues le fascinaba el movimiento de los seres vivos.
El taller de Bacon estaba tan desordenado, que el artista pisaba sus propias obras. Solía desechar bastantes si no estaba satisfecho con ellas; en cierta ocasión entregó varias a un electricista que había acudido a reparar algo. Décadas después, estas piezas fueron subastadas y alcanzaron altas cifras.
El taller de Bacon fue donado por su heredero John Edwards al museo Hugh Lane Municipal Gallery de Dublín. Fue desmontado y trasladado como una obra de arte en sí misma a dicho museo.
Bacon visitaba el Museo del Prado con relativa frecuencia; a veces en privado, cuando el museo estaba cerrado. Se rumorea que sus últimos viajes a Madrid se debieron a que mantenía una relación con «un banquero español» llamado José, que recibió algunas pinturas suyas, pero esta cuestión se mantiene bajo un manto de silencio. Del 3 de febrero al 19 de abril de 2009 el Prado acogió una exposición antológica de Bacon, co-organizada con los museos Tate Modern de Londres y Metropolitan de Nueva York.
Los cuadros de Bacon tienen influencia de Munch en los trazos y de las tonalidades de Van Gogh; también se percibe la influencia de Goya ya que plasmó la angustia en sus cuadros. En sus cuadros trabajó la representación de la figura masculina o femenina, que por lo general aparece de forma desfigurada e incluso de forma aterradora, en espacios cerrados y oscuros.
Los retratos y autorretratos son una gran parte de las pinturas; destaca entre ellos George Dyer en un espejo (Portrait of George Dyer In a Mirror, 1968), del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, en donde refleja la fragilidad del ser. Refleja la época que vivió, la Segunda Guerra Mundial.
En otros cuadros como Cabeza rodeada de carne de vaca (Head Surrounded by Sides of Beef, 1954), del Instituto de Arte de Chicago, y en la serie Perros que gruñen (Dogs), Bacon refleja el belicismo, la capacidad del ser humano por ser violento y la inclinación de la naturaleza humana por la violencia.
A lo largo de toda su carrera Bacon recurrió al informalismo, al expresionismo y al surrealismo, pero sus cuadros pertenecen al racionalismo. Sin embargo, para algunos autores la obra de Francis Bacon no pertenece a tal corriente. Se trata de una pintura de corte expresionista pero muy difícil de clasificar, porque nunca perteneció a ningún movimiento artístico. Simplemente prosiguió lo que él consideró (en las entrevistas que le hizo David Sylvester a lo largo de los años sesenta) una línea pictórica postpicasiana, siguiendo la vía abierta que Picasso dejó con la figuración y la representación obsesiva del cuerpo humano.
Según el filósofo francés Gilles Deleuze, autor de uno de los ensayos que mejor analizan la obra del pintor (Francis Bacon: Logique de la sensation), la figuras de Bacon son las que mejor representan al hombre del siglo XX: si Cézanne lo hizo con el paisaje, Giacometti y Bacon llevaron al hombre a su mejor representación artística, en relación al hombre angustiado por la vida, pero entusiasmado por el arte.
Además del Museo Thyssen, otros museos españoles que cuentan con obra de Bacon son el Museo Reina Sofía de Madrid (Desnudo tumbado) y el Museo de Bellas Artes de Bilbao (Figura recostada ante un espejo).
El arte de Francis Bacon ha experimentado un extraordinario repunte de precios en el mercado de las subastas. Apreciado sólo por unos pocos conocedores y coleccionistas hasta que alcanzó una edad madura, Bacon vio cómo sus precios ascendían a principios de los años 90, pero no vivió lo suficiente para presenciar este fenómeno en todo su actual alcance. Él parecía mantenerse ajeno a su éxito; mantenía su rutina aparentemente anodina y vestía con ropajes oscuros y aspecto más bien bohemio.
Según las malas lenguas, varios de sus compañeros sexuales se aprovechaban de él económicamente, y también su galería habitual, Marlborough Fine Art, fue acusada de exprimirle por mero lucro, dosificando la llegada de sus obras al mercado para contener (o elevar) sus precios. Bacon suscribió en 1954 un contrato de exclusividad con Marlborough, que se mantuvo hasta su fallecimiento. Este acuerdo incluía no sólo la venta de sus obras, sino también los derechos de reproducción fotográfica de las mismas. En 2003, Marlborough mantenía un litigio con el Bacon Estate (herederos de Bacon).
Las dos pinturas existentes en el Museo Reina Sofía y el Museo de Bellas Artes de Bilbao se adquirieron en los años 80, antes de que las cotizaciones se disparasen. Según la revista Descubrir el Arte, el Desnudo tumbado se compró por unos 60 millones de pesetas y ahora se cotiza por encima de los 4.000 (25 millones de euros). El polémico artista actual Damien Hirst pagó unos 23 millones de euros por una importante obra de Bacon, a quien elogió afirmando: «Jodió en el infierno».
Se ha pretendido erigir a Bacon en antecesor o abuelo de los llamados Young British Artists, aunque casi todos los críticos rechazan tal vínculo. El magnate Román Abramóvich pagó unos 86 millones de dólares (54,5 millones de euros) por otra obra suya, Tríptico 1976, a fin de regalársela a su novia, Daria Zhukova.
Según la citada revista, son varios los coleccionistas españoles que cuentan con obras de Bacon, un fenómeno inusual tratándose de una artista contemporáneo extranjero, tan cotizado y de estilo cuando menos inquietante. Se cuenta que Alicia Koplowitz  poseía un cuadro suyo, y que lo vendió porque le resultaba desagradable para su casa. Hubo de ser una decisión equivocada, pues poco después los precios del artista se elevaron exageradamente. El empresario Juan Abelló posee tal vez el mejor repertorio de Bacon en España, con dos trípticos y un raro dibujo de 1933.
El personaje de Francis Bacon fue llevado al cine por el director John Maybury en 1998, en la película Love is the Devil (El amor es el demonio). Derek Jacobi encarnó a Bacon, y el personaje de su pareja George Dyer fue interpretado por un joven Daniel Craig, luego famoso como nuevo actor fijo para las películas de James Bond. En la película intervino tambiénTilda Swinton.

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