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lunes, 15 de octubre de 2012

Escultores cubanos: Teodoro Ramos Blanco, en el aniversario 40 de su fallecimiento

   El escultor cubano Teodoro Ramos Blanco considerado, junto a Juan José Sicre,  Ernesto Navarro y Florencio Gelabert, uno de los iniciadores de la vanguardia escultórica cubana y a la vez una de las figuras más sobresalientes y talentosas.
   Nació en la barriada del Cerro, en La Habana, el 19 de diciembre de 1902. Graduado de dibujo y modelado de la Escuela San Alejandro en La Habana, en la que estudió entre 1917 y 1928, una vez culminado sus estudios y en virtud del premio nacional que obtuviera en el Concurso Monumento a Mariana Grajales, pudo viajar a Europa (España e Italia), donde completó su formación, y más tarde visitar México y Los Estados Unidos.
   De estos viajes, confesó el artista: “De mi recorrido por el extranjero, entre muchas cosas aprendí una que ha sido constante en mi vida vocacional: lo importante no es trabajar al modo de tal o cual maestro, sino captar de cada uno lo que en él sea esencial para verter en la creación propia todo eso y algo más… He procurado darle a mi obra un nexo con la realidad de la que ella, mi obra, y yo somos parte.”
   Fue, desde joven, un magnífico retratista pero se apartó deliberadamente del realismo mimético que señoreaba el género en aras de una interpretación más libre del modelo que tiende a captar los rasgos físicos esenciales y a profundizar, sobre todo, en su expresión psicológica.
   Las conocidas cabezas de Enrique José Varona (bronce en 1933 y mármol en 1935) y de Juan Gualberto Gómez (piedra de 1934) son altísimos exponentes de esta faceta del escultor.
   Diestro en el empleo de diferentes técnicas y materiales, se destaca este artista por el magistral dominio de la talla directa, la que se reconoce como el aporta técnico quizás más atrevido de nuestra primer vanguardia escultórica. A la franqueza del procedimiento técnico y a la frescura de sus realizaciones se añade el mérito de haber abordado el tema racial con una hondura sin émulos ni precedentes en el arte escultórico local.
   Justo en el tratamiento del tema negro consigue Ramos Blanco los mayores aciertos en su quehacer con la terracota y a madera (Venus, Negra Vieja, Negra Triste, Lo eterno) y la más alta expresividad plástica. Vida Interior (mármol en 1934) deviene todo un clásico de la escultura moderna cubana y sitúa a su autor como figura imprescindible de esta primera etapa de despegue y gradual consolidación de la vanguardia plástica en el país.
   A su abundante obra galerística se suma un significativo número de esculturas ambientales (monumentos conmemorativos, obras funerarias y esculturas públicas en general) que testimonian su versatilidad y el largo camino que recorriera desde el realismo inicial, enriquecido con un mesurado expresionismo y superado a través de audaces estilizaciones, hasta los umbrales mismos de la abstracción.
   En 1930 realiza su primera exposición personal en la Casa de España, en Roma. Posteriormente exhibe, en ese mismo año, en el Círculo de Bellas Artes en La Habana. En la década del 30, expone en el Club Atenas y el Círculo de Bellas Artes en varias oportunidades. En 1933 y 1934 expone en el Lyceum de La Habana.
   Obtiene el primer premio en el concurso nacional Monumento a Mariana Grajales, La Habana. Recibe la Medalla de Oro en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Recibe Premio en la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura, 1938.
   En 1940 obtiene el Primer Premio en el Concurso Nacional Mausoleo de Antonio Guiteras. Recibe Premio en la III Exposición Nacional de Pintura y Escultura en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.
   Obtiene premio en la II Bienal Hispanoamericana de Arte, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
   Fallece en La Habana, el 15 de octubre de 1972.

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