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sábado, 19 de mayo de 2012

La contrarrevolución cubana nunca ha existido


Los que ahora denominamos “contrarrevolucionarios cubanos”, no son ni siquiera eso. Sino simples  mercenarios al servicio de una potencia extranjera; armados, entrenados, educados y financiados  por Estados Unidos, para tratar de derrocar  al poder revolucionario en Cuba y así  recuperar sus bienes y privilegios, que es lo único que les interesa. Por lo que el patriotismo de estos últimos, cabe en el bolsillo más pequeño de cualquier prenda de vestir.

por el doctor Esteban Morales*
   En realidad  lo que hoy llamamos contrarrevolución cubana, murió al nacer. Estados Unidos, como siempre ha hecho, frustró también toda posibilidad de que la contrarrevolución, que a partir de 1959 se organizaba, pudiese lograr ningún grado de legitimidad.
   La contrarrevolución también puede ser legítima, en la medida en que se proyecta  y sea teorizada sobre el fundamento real  de la existencia  de  clases desplazadas del poder,  que luchan   por reinstalarse nuevamente en este.
   Es que los procesos revolucionarios, también legítimos, mucho más porque  se sustentan en el avance,  pueden retroceder,  ser derrotados, revertidos  y hasta suicidarse (como lamentablemente  ocurrió con la Revolución Granadina).    La revolución  puede ser reversible, indicando así que no existían en realidad condiciones para su triunfo definitivo.
   Pero la llamada contrarrevolución cubana actual, no es legítima, ni lo será nunca. Primero, porque los que trataron de organizarla, no tenían fundamentos  históricos,  sino solo intereses  personales.
   Y por razones meramente  personales se puede asesinar, armar revueltas, corromper procesos, pero nunca crear verdaderas organizaciones, plataformas de lucha, ni articular  movimientos políticos contestatarios del poder de la revolución y articular una plataforma política  coherente,  una estrategia, un discurso,  a  menos  de que la propia revolución  se deslegitime.
   Pero los problemas de la ilegitimidad de la  llamada contrarrevolución cubana actual comenzaron mucho antes de 1959. Veamos lo que pretendemos decir.
   La revolución cubana derrotó en 1959 una dictadura sangrienta, la de Fulgencio Batista, que representó el último eslabón  del poder  de una contrarrevolución, que había triunfado entre 1898 y 1902, liderada por Estados Unidos y  secundada por las fuerzas anexionistas y plattistas que incluso, habían formado parte, algunas de ellas, del propio movimiento independentista contra España.
   La revolución para entonces, era la  martiana, que buscaba una república “con todos y para el bien de todos” , la  cual  fue momentáneamente derrotada por una clase que comenzó paulatinamente a penetrar los poderes civil y militar de la lucha independentista, envió  sus  representantes a  combatir  contra España, para no quedar al margen y finalmente se alió con Estados Unidos, para sacar adelante su proyecto de república, que no era la martiana, sino la aliada de Estados Unidos, la del protectorado primero y la  neocolonia después.
   No quiere decir, que algunos miembros de esta misma burguesía  no estuviesen en desacuerdo con lo que ocurría en la república surgida a partir de 1902, pero no fueron capaces de evitarlo, ni tampoco hicieron gran oposición, sino que se aprovecharon de ella.    Solo las masas populares organizadas y líderes esclarecidos, patriotas verdaderos,  mantuvieron vivas las llamas de la lucha por la verdadera independencia.
   Existían sin lugar a dudas dos proyectos  en pugna;  el martiano, que combatía por la independencia contra España, pero observaba con preocupación  las apetencias de Estados Unidos sobre la Isla, por lo   que  pretendía cumplir con el doble propósito de una Cuba libre de España, pero al mismo tiempo independiente de Estados Unidos.
   El otro proyecto, era el de aquellos  que hasta  luchaban contra España por lograr la independencia de esta, pero no confiaban en  que Cuba pudiese darse a sí misma una república independiente, sin la tutela de Estados Unidos. En parte también, porque  muchos de ellos, les temían al peso que las masas populares y desposeídas tenían dentro de las fuerzas que combatían contra España,  en la etapa final de la contienda independentista del periodo 1895-1898.
   La parte más poderosa de la burguesía cubana, como clase, en realidad, nunca fue independentista y mucho menos  revolucionaria,   era demasiado dependiente de España o de Estados Unidos en último caso. Por lo cual este ultimo volvió a tomar el mando de la acción contrarrevolucionaria, a partir del triunfo revolucionario de  1959, incluso antes,  para ayudar a los desplazados por la revolución a reinstalarse en  el poder. Tratando por todos los medios de hacer aparecer la actividad contrarrevolucionaria interna como una contienda civil. Deslegitimando así a las fuerzas de  la revolución. Cuestión esta que coincidía con los intentos de  Estados Unidos de recuperar a Cuba  y con los intereses de la burguesía desplazada, la cual siempre se había conformado con hacerle la segunda al poder norteamericano en la Isla.
   Por eso, los que ahora denominamos “contrarrevolucionarios cubanos”, no son ni siquiera eso. Sino simples  mercenarios al servicio de una potencia extranjera; armados, entrenados, educados y financiados  por Estados Unidos, para tratar de derrocar  al poder revolucionario en Cuba y así  recuperar sus bienes y privilegios, que es lo único que les interesa. Por lo que el patriotismo de estos últimos, cabe en el bolsillo más pequeño de cualquier prenda de vestir.
   Por eso no tienen plataforma política propia, ni discurso que convenza a nadie, ni moral, prestigio, ni verdaderos líderes. Son solo un grupo de corsarios al servicio de Estados Unidos, que lo mismo van por dinero a Centroamérica, que al África o que  contratan mercenarios desempleados para que vengan a poner bombas en los hoteles turísticos de Cuba. Fuera de la plataforma que les ofrece la política  norteamericana contra Cuba, pero sobre todo, al margen del dinero que reciben, no son nadie, no existen más allá de su nostalgia  por retornar  a la Cuba de los años cincuenta.
   En resumen, estos que ahora  llamamos contrarrevolucionarios, son herederos de la contrarrevolución que triunfó en Cuba a partir de 1898, liderada por Estados Unidos y secundada por los sectores anexionistas de la burguesía criolla, los reformistas, aliados  de la burguesía imperialista norteamericana y de los sectores políticos que,  en los Estados Unidos, deseaban para Cuba un protectorado, o  una neocolonia y no una república independiente.
   Sin embargo, aunque el proyecto martiano no triunfó entonces, el mismo hizo  contribuciones, que fueron determinantes  para  la continuidad de la lucha por la verdadera independencia. Por cuanto  José Martí  lideró una tercera  guerra, organizada y apoyada  masivamente, de tal modo  que esta resulto  fundacional  para la identidad nacional cubana; la cultura política independentista y para  sembrar  las semillas del antiimperialismo,  evitando así  la anexión de la Isla a Estados Unidos.
   Por ello, la dialéctica revolución-contrarrevolución  no es nada nuevo en la historia de Cuba. La contrarrevolución ya triunfó en Cuba  por varios años; y siempre bajo el mismo liderazgo (Estados Unidos)  secundada por las mismas fuerzas políticas: los plattistas, reformistas  y anexionistas de siempre.
   Los cubanos de la Isla no necesitan entonces saber que ocurriría en Cuba si triunfara una contrarrevolución, lo saben. Pues lo vivieron.
   Por lo cual,  toda la reacción del pueblo cubano ante los intentos de Estados Unidos ahora por retomar el control de la Isla, se despliega sobre un solo telón de fondo,  de que  todos los cubanos de la Isla  conocen como Estados Unidos administraría una contrarrevolución triunfante en Cuba.
   De esta historia  sintéticamente contada,  provienen las razones de  la condescendencia del ejecutivo norteamericano  con la mafia  criminal, que ha liderado la contrarrevolución contra Cuba.
   No estaba el gobierno  norteamericano  negociando con un enemigo, el caso de Elián González, sino con su histórico aliado estratégico, que se les había  ido de las manos.
Es que resulta necesario conocer bien que, la mafia anticubana de Miami, no es una simple pieza táctico-funcional  de la política norteamericana hacia Cuba. Es mucho más que eso. Es parte de una estrategia integral de  un proyecto político  contra Cuba a bien largo plazo.
Aun y cuando  esta mafia, tuviese que ver limitado su perfil de participación en una primera etapa por reconquistar a Cuba,  de todos modos no podría  prescindirse de ella en la siguiente etapa.
   Los cubanos-americanos, constituyen para la política norteamericana algo así como la “Cuba  alternativa”, al decir de Luís Ortega, “La patria portátil”, que no tiene sino como objetivo, después de derrocar el poder revolucionario en Cuba, asegurarse  de que esta no se les  vuelva a escapar de las garras.
   De lo contrario, ¿cómo imaginar  que diez  administraciones norteamericanas, por más de cincuenta  años, hayan invertido tanto dinero y recursos  para tratar de  desestabilizar a Cuba y “clonarla”   del otro lado del Estrecho de La Florida?
Esa ha sido una estrategia de tan largo plazo, como la de la “fruta madura ” de J. Quincy  Adams. Se trata de la variante por medio de la cual Cuba llegaría a ser finalmente norteamericana.
   Aunque es nuestra opinión, que el verdadero papel que la política norteamericana le tiene asignado a los cubano-americanos en su estrategia anticubana, es el de segundones, simples administradores. Por lo que no pueden  hacerse ilusiones al respecto. Lo demás son simples circunstancias coyunturales. Por eso las administraciones  no quieren ni pueden prescindir de ellos.
   De aquí, en su momento, el interés desmedido de la administración Clinton  por convencer a los secuestradores de Elián González,  de que entregasen al niño, sin tener que verse el gobierno obligado  a  utilizar la fuerza. Se trataba de hacer todo lo posible  por darles a  entender a la mafia cubanoamericana,  que, con su tozudez, estaban  afectando algo más estratégico en las relaciones entre los grupos contrarrevolucionarios  y la administración norteamericana.
   Por eso demoró tanto en aparecer la  voluntad por parte de la administración de solucionar el problema del niño afectando a su aliado. Dándole un golpe que lo anulase como posible pieza de su política hacia Cuba.
   La administración  ejecutó finalmente la decisión sobre el niño,  por lo que ello representaba, en medio de una opinión pública  interna casi totalmente adversa a continuar esperando y de una opinión internacional  muy crítica. También, porque la decisión preliminar del tribunal de Atlanta, con el niño en manos de la mafia miamense, auguraba dificultades y complicaciones mayores  hacia el futuro inmediato.
   Pero la dilatación del proceso, tanto por parte de la administración como de  la mafia,  llevaba implícito la esperanza de que Juan Miguel  González cediese ante la realidad, de que si se quedaba en los Estados Unidos podría tener al niño y mucho más. Pensamos  que   todos  eran  partidarios de ese tipo de solución, que solo la firmeza revolucionaria  del padre de Elián pudo conjurar.
   Por lo que todo ello,  no fue más que un ejemplo de que las  administraciones  estadounidenses  han  utilizado a la mafia contrarrevolucionaria  contra Cuba y  continuarán  utilizándola. El grado en que lo continúen haciendo  puede que llegue a ser algo no solo  producto de su   voluntad política, sino  también de cómo se desarrolle hacia el futuro el debate de la política hacia Cuba.

La Habana, Mayo 12 del 2012.

Tomado del sitio digital MONCADA, Grupo de Lectores en el Mundo


*Esteban Morales. Doctor en Ciencias y Director Honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de la Habana.

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