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domingo, 8 de enero de 2012

El día que la Habana se vistió de verde olivo


Hace 53 años La Habana se vistió de verde olivo. El victorioso Ejército Rebelde, con su comandante Fidel Castro al frente, fueron recibidos por miles de habaneros que celebraban el fin del despotismo, la tortura y el entreguismo de una dictadura sangrienta que caía ante la fuerza arrolladora del pueblo cubano.
Reproducimos una crónica del destacado periodista cubano Juan Marrero*, que narra en detalles que ocurrió ese día, en que millones de cubanos esperanzados, recibieron a su victorioso comandante con los brazos abiertos.

La entrada de Fidel en La Habana

Las puertas de las bodegas, restaurantes, cafés, tiendas,  bancos, instituciones económicas, ministerios y otras muchas dependencias amanecieron cerradas en La Habana el jueves 8 de enero de 1959. La venta de bebidas alcohólicas quedó prohibida. Las principales calles se engalanaron, colocando banderas cubanas y del 26 de Julio en dependencias estatales, en comercios y viviendas.   Así se dispuso para que todo el pueblo pudiese dar una calurosa y hermosa bienvenida a Fidel Castro y los barbudos de la Sierra Maestra.
Siete días tardó Fidel Castro, luego del Primero de Enero, en llegar a La Habana. Salió de Santiago de Cuba el 2 y entró en la capital del país el 8. Encima de tanques y otros equipos blindados del Ejército de Batista, acompañado por mil combatientes rebeldes, incluidos los integrantes de la Columna Uno José Martí de la Sierra Maestra y también por alrededor de unos dos mil soldados del ejército vencido, Fidel encabezó la Marcha de la Libertad, la Caravana de la Victoria o la Caravana de la Libertad como la llamaron indistintamente en aquellos días los periódicos. En definitiva, Caravana de la Libertad es el nombre que ha quedado registrado para identificar ese acontecimiento. 

En esos días, en cada ciudad y en cada pueblo por donde avanzaba la caravana, multitudes gigantescas dieron su saludo a Fidel, que calificó aquello de “un baño de multitudes, un baño de pueblo”. Todo el pueblo quería ver a Fidel y a los combatientes que habían dado la libertad a Cuba. Lo recibían enarbolando banderas cubanas y del 26 de Julio, lanzando flores sobre los tanques, jeeps y camiones, y gritando sin cesar ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel! En cada lugar la caravana hacía un alto y Fidel aprovechaba la oportunidad para decir al pueblo que únicamente habíamos conquistado el derecho a comenzar y les hablaba del futuro y de los sueños de la Revolución para mejorar la vida del pueblo y llevarle bienestar y felicidad en una nueva Cuba.  
En Bayamo, Holguín, Camagüey, Santa Clara y Matanzas las paradas de la caravana fueron más extensas, como lo fue también cuando Fidel se desvío hacia Cienfuegos, donde fue a reconocer la acción de ese noble pueblo el 5 de septiembre de 1957, y a Cárdenas, donde depositó flores en la tumba de José Antonio Echeverría. También hizo un alto y habló al pueblo en Sancti Spíritus. Al llegar a El Cotorro,  se le reunieron Camilo, Almeida y otros combatientes que habían llegado anteriormente a La Habana. Siempre, en esos lugares, Fidel aprovechó para conceder algunas entrevistas a periodistas cubanos y extranjeros.
Recuerdo que el capitán Jorge Enrique Mendoza contaba que cuando llegó a El Cotorro, Fidel se reunió con los que trabajaron en la Radio Rebelde, entre ellos el propio Mendoza, Orestes Valera y Ricardo Martínez, y les encomendó una misión que para ellos resultó sorprendente pues no tenía que ver con la función que habían tenido en la Sierra Maestra. Dirigirse al campamento militar de Columbia, donde se efectuaría la concentración popular del pueblo habanero, y cuidar que a los micrófonos no se acercase nadie que el Movimiento 26 de Julio había decidido que fueran los oradores. Había noticias de que  viejas figuras de la politiquería criolla estaban planeando hablar en ese acto.  
Y, efectivamente, ese día llegaron al campamento de Columbia el ex presidente Carlos Prío Socarrás y Tony Varona, ambos del Partido Auténtico, a quienes por supuesto se les permitió asistir a la concentración y ocupar un lugar en la presidencia, pero no estar entre los oradores. Ya el politiquero Tony Varona había enseñado de lo que era capaz cuando, en pose de libertador, intentó asumir la guarnición militar de Camagüey, lo que se lo impidieron las fuerzas del 26 de Julio.
En el Cotorro, donde Fidel llegó a las 2 y 30 de la tarde del 8 de enero, se produjo el encuentro con su hijo Fidelito, a quien desde hacía dos años y 33 días no veía. Resultó emocionante, según la descripción hecha por los periódicos de la época, el abrazo de ambos. Fidelito se incorporó entonces a la caravana que avanzó hacia San Francisco de Paula y después hacia la Plazoleta de la Virgen del Camino y después bordearía el litoral de la bahía de La Habana. 
El periódico El Crisol escribió: “Todos los sonidos de la ciudad se unieron al vocerío de las muchedumbres: las sirenas de los barcos, las campanas de las iglesias, las bocinas de los autos, los silbatos de las fábricas. Se escucharon las salvas de 21 cañonazos disparados por dos fragatas de la Marina de Guerra…La garganta del pueblo enroquecía en un grito: ¡Viva Fidel! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución!”  
Hasta entrada la noche, Fidel no llegó a Columbia. Se detuvo primero en el edificio de la Marina de Guerra y, luego de saludar a su oficialidad, encabezada por el alférez de fragata Juan M. Castiñeiras, se dirigió hacia el muelle cercano y subió nuevamente al histórico yate Granma, 767 días después de su desembarco en Las Coloradas.  
“Me siento orgulloso de poder estar con ustedes en estos momentos y junto a los marinos –les dijo Fidel--, pues con el desembarco del Granma comenzó, para suerte de Cuba, la insurrección que acaba de obtener la victoria y abrir el camino a la Revolución…”  
En Palacio, a donde llegó a las 3 y 50 de la tarde, saludó al presidente provisional Manuel Urrutia. Cuando iba a salir, una gigantesca multitud en la Avenida de las Misiones hacía casi infranqueable el retorno de Fidel a los vehículos de la caravana que esperaban para la continuación de la marcha. Alguien comentó a Fidel que iban a necesitar miles de soldados rebeldes armados para abrir el paso. Y Fidel dijo: No hace falta ningún soldado ni ninguna arma, yo pediré al pueblo que abra una larga fila y voy a atravesar solo por esa senda…Y así ocurrió. Quien esto les cuenta vio en una transmisión de la televisión a esa multitud abrir paso para que Fidel pasase y pudiese llegar hasta el jeep que lo aguardaba en la avenida…Esa imagen jamás se me ha borrado de la mente.   
La caravana continuó su recorrido triunfal por el Malecón habanero, la calle 23 y la Avenida de Columbia (hoy calle 31) con rumbo al campamento militar. Las crónicas de los periódicos señalan que también debió hacer numerosas paradas, pues la multitud se le encimaba para saludarlo y rendirle sincero homenaje.  
Llegó al campamento de Columbia poco después de las 8 de la noche.

Tomado del sitio digital Cubaperiodistas.cu


*Juan Marrero González, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba y Premio Nacional de Periodismo











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